martes, 14 de abril de 2015

Los programas de televisión que se producen los fines de semana en el país analizan X se parece a Y y que el espacio de esta semana sea una réplica del anterior.

Por Heddel Cordero

Los programas de televisión que se producen los fines de semana en el país, se han empeñado en caerle atrás al televidente joven. En ese afán, no sólo diseñan un contenido atractivo para ese target, sino que tienden a crear grandes confusiones.

Pues conforman espacios con tantas similitudes, que no sólo dificultan su identificación, sino que les impide construir su propia imagen de marca.

La identidad de una marca está supeditada a la conducta de la misma; a todos los aspectos que la hacen única; a las gratas experiencias que la gente tiene junto a ella y a los valores que la gente le confiere.

Si es verdad que el porcentaje mayor de televidentes los fines de semana es joven, veo bien que se diseñen los espacios pensando en ése público.

Lo que no entiendo es, porqué conceptualmente deben ser tan parecidos. No tiene gracia que X se parezca a Y y que el espacio de esta semana sea una réplica del anterior.

Un programa de televisión es un producto. Pero ese producto debe tener valores intangibles e invisibles que le permitan construir una imagen propia.

Siento que no hay diferencias notables en la conducta de uno y de otro. Parecería como que el traje es el mismo, la identidad es la misma, los valores son los mismos, la voz es la misma, y por tanto no están construyendo una identidad propia.

El talento humano de estos espacios puede desarrollar contenidos que posean sus propios colores, sus propias formas, su propia personalidad.

En la carrera por construir marcas los productos no pueden comportarse igual. Pueden perseguir los mismos públicos, ser de la misma categoría, estar dotados de los mismos contenidos, etc., pero su posicionamiento debe darle una imagen que se distancie de su competidor para poder marcar la diferencia que terminará construyéndole una personalidad única.

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