La causa penal contra Harvey Weinstein entra en una fase crucial. Lo que en pleno fervor del MeToo parecía un sólido caso que podía llevar al productor de Hollywood directo a prisión, está en riesgo si el magistrado neoyorquino James Burke decide que hay garantías para un juicio justo. El ímpetu que aupó este movimiento social se enfrenta ahora a testimonios contradictorios y a tropiezos en la investigación.
Hace poco más de un año que decenas de mujeres dieron un paso al frente para denunciar la conducta sexual de Weinstein, al que acusaron de abusar de ellas aprovechando su posición de autoridad. La imagen del productor se derrumbó, los actores que le veneraron por su poder pasaron a repudiar al monstruo y su lucrativo imperio de cine tuvo que ser malvendido para evitar la quiebra.
Harvey Weinstein, de 66 años, asegura estar viviendo la “peor pesadilla” de su vida. “He tenido un infierno de año…la peor pesadilla de mi vida”, ha escrito Weinstein en un correo electrónico que ha enviado esta semana a varias personas y que ha publicado TMZ. El propio abogado del productor confirma la autenticidad del mensaje, según The New York Times.
Weinstein buscó refugio los primeros días en una clínica de Arizona para tratar su adicción al sexo. No reapareció públicamente hasta que se entregó, entrando por su propio pie, en una comisaría de policía en el exclusivo barrio de Tribeca. Tuvo la misma lluvia de flashes que le esperaba en los estrenos de sus películas, pero esta vez sin alfombra roja. Para seguir en libertad abonó una fianza de 10 millones de dólares. Desde entonces, está controlado en todo momento. Lleva tobillera electrónica, se le retiró el pasaporte y sus movimientos se limitan a Nueva York y Connecticut. A excepción de ese mensaje, no se sabe nada de su vida. Su voz es la de su abogado Benjamin Brafman, el mismo que defendió a Dominique Strauss-Kahn ante una denuncia por abuso sexual.
El juez Burke debe decidir el 20 de diciembre el destino del caso. Como en la causa contra el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional, la de Weinstein produjo una avalancha de titulares y de repudio público que sometió a una gran presión tanto a la policía (NYPD) como a la Fiscalía en sus investigaciones. La estrategia de Brafman, como con Strauss-Kahn, es minar la credibilidad de las acusadoras.
De las más de 70 denuncias hechas públicas, la Fiscalía en Manhattan consideró inicialmente que solo tres mujeres eran lo suficientemente creíbles como para construir un caso contra Weinstein. En total se presentaron seis cargos, de los que el acusado se declaró no culpable. Uno fue desestimado en octubre, el correspondiente a una agresión sexual a la actriz Lucia Evans, por considerar contradictorias las informaciones sobre su relato. Harvey Weinstein se enfrenta aún a dos cargos por violar a una mujer en una habitación de hotel en marzo de 2013, y a tres más por forzar a otra a realizarle una felación en su apartamento en Manhattan en julio de 2006. Si se mantienen y se fija fecha para el inicio del juicio, podría ser condenado a cadena perpetua.
Su abogado no quiere llegar ahí y para ello acaba de presentar una nueva moción en la que afirma que la mujer que le acusa de haberla violado hace cinco años pidió ayuda a una amiga para que corroborara su relato. Así esperaba que diera un testimonio muy poderoso en un eventual juicio sobre asalto sexual. Las autoridades no informaron de este detalle. Brafman cree, además, que la policía amañó una llamada de teléfono entre una de las víctimas y el productor poco después de su arresto. “Lo prudentemente razonable sería parar este caos”, pide por carta al juez. El equipo que dirige el fiscal Cyrus Vance asegura que tiene “amplias evidencias” para ir a juicio y acusa a la defensa de crear un “circo público”.
La Fiscalía decidió retirar el cargo presentado por Evans al revelarse que el detective al frente de la investigación instruyó a una testigo a callar si surgían dudas sobre la veracidad de las alegaciones de la víctima. También urgió a la víctima de 2013 a que borrara material de su teléfono móvil. El policía fue apartado del caso y se acaba de cesar al jefe de la unidad especial de crímenes sexuales.
Brafman asegura que Weinstein está en medio de un fuego cruzado entre la NYPD y la oficina del fiscal. No es un secreto que la policía presionó al fiscal para que le imputara. Por eso, en pleno movimiento #MeToo, solicitó públicamente que emitiera la orden para su arresto.
La NYPD entrevistó a otras 14 mujeres durante la investigación, que podrían ser llamadas para testificar. La defensa trata de demostrar que las relaciones continuaron tras los supuestos asaltos. Para ello presenta un mensaje en el que la segunda víctima trató de retomar el contacto siete meses después. “Cada una de estas mujeres mantuvo una correspondencia íntima, personal y muy amistosa durante años”, afirma.
Aunque la atención se concentra en el proceso penal, no es el único frente que tiene abierto Harvey Weinstein. A las pocas semanas de estallar el escándalo se agruparon en una demanda colectiva las denuncias de varias mujeres que buscan una compensación económica por daños. Al grupo se acaba de sumar una modelo polaca, que denuncia haber sido asaltada cuando tenía 16 años.
El Departamento de Justicia podría acusar al productor por violar la ley federal que combate el tráfico de sexo. La Fiscalía del Estado de Nueva York demandó a la compañía Weinstein por encubrir estos abusos y acaba de concluir, también sin acción alguna, la investigación que trataba de determinar si el acusado utilizó dinero de la productora para pagar por el silencio de las víctimas.
Fuente El Pais
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