Por Alfonso Quiñones
SANTO DOMINGO. La cura es un dolor desnudo y es un rayo/ que alza en dos patas la bestia y le hace morder y cargar contra el viento./ La cura pone su galope en el vacío y una creciente espuma tibia/ en sus ollares. // Para que se enderece el animal,/ para que brillen sus ijares y vuelva entero a los caminos...” Eso escribió el desaparecido amigo Luis Suardíaz hace mucho. Sirva el poema como metáfora de lo que necesita la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte): una cura de caballos.
Los recientemente concluidos Soberano se recuerdan por llevar a grados inconcebibles e insoportables algunas premiaciones injustas, y otras llenas de incongruencias, práctica convertida ya en un escándalo de grandes proporciones.
Ese descrédito generalizado, ha expuesto más que nunca a los que conforman el gremio, y se debe, entre otras cosas, al amañamiento de un grupo que lleva varios años haciendo y deshaciendo, y asumiendo cada vez con menos responsabilidad las premiaciones que el pueblo dominicano le ha confiado a los cronistas.
Un grupo que se ha caracterizado por el quítate tú para ponerme yo, y el ahora me toca a mí y luego le toca a aquel. Un grupo con tentáculos extendidos a Santiago, a Miami o a Nueva York.
Al terminar la Gala, varios miembros coincidimos indignados en el lobby del Teatro Nacional. Aún Yiyo Sarante no había dado su clarinada, una desmesura que, si vamos a ver, es culpa de todos los miembros de Acroarte. Unos que hacen lo mal hecho, otros que hacen de la vista gorda, y otros que nos alejamos hace años.
Un mal que ha calado profundo, cada vez con más infecciones, ha sido el relacionismo público, encabezado por algunos de la propia directiva, creando una crisis de dimensiones tan grandes que ni ellos mismos quizás tengan capacidad para ver hoy. No solo por culpa de Viva Telemicro anunció que no siguen con los Soberano y harán sus propios premios.
Este año a la Cervecería Nacional Dominicana y Acroarte les toca renovar o no su Contrato.
¿Se dan cuenta que los Premios Soberano se encuentran en cuidados intensivos? ¿Se han preguntado qué sería de Acroarte sin los premios? Cuando el Dorado tocó fondo, nació Acroarte. En 1986, los premios se quedaron sin patrocinio y según cuentan los fundadores, Herminio Alberti los acercó a la CND.
Quizás lo más recomendable sería que la directiva actual renuncie y asuma el Consejo de Asesores, hasta las próximas elecciones. Falta en Acroarte, sí, una cura de caballo.
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