lunes, 4 de septiembre de 2017

¿Qué hace falta para que un rapero gane el premio Nobel de literatura?. Leer.

Por Tim Hakki/Infobae

No hay mucha distancia entre el trabajo de Dylan y lo que han hecho Nicki, Nas o Kendrick.

Cuando Bob Dylan fue coronado con el laurel del premio Nobel de Literatura el año pasado, Internet perdió el control. Rumores de que Dylan había sido sugerido por el comité cada año existen desde 1996,
 pero siempre fueron descartados. La secretaria permanente de la Academia Suiza, Sara Danius por fin ganó la batalla comparando a Dylan con Safo de Mitilene y Homero, argumentando que hubo un momento en el que la poesía y la canción estuvieron unidas —de hecho, los cantos homéricos y sáficos son anteriores al concepto de literatura y solo fueron definidos por la palabra escrita porque sobrevivieron el tiempo suficiente a través de la transmisión oral como para ser captados por ella.

Visto desde el 2017, el trabajo de Dylan es de otro tiempo: el del vinilo y la imprenta. Sin embargo, el interés por canonizarlo no es nuevo. El libro que Christopher Ricks publicó en 2003, Dylan's Visions Of Sin, presenta un escenario entusiasta en el que se argumenta que las letras de Dylan (una vez que han sido impresas) son tan poéticas como las obras de John Keats. Por otro lado, la inclusión de las letras de Dylan en The Norton Anthology of Poetry y The Oxford Book of American Poetry, junto a las publicaciones de sus Letras Completas, han asegurado su omnipresencia en los departamentos universitarios de literatura y lengua inglesas del mundo.


Hemos visto un movimiento similar con el rap. El libro de Tricia Rose publicado en 1994, Black Noise y la Norton Anthology of African American Literature(1997) ambos sacaron al rap de los discos y los micrófonos para ponerlo en páginas, nosotros hemos vivido como el género ha sido tomado en serio dentro de los Estudios Afroamericanos en los diferentes departamentos universitarios de Estados Unidos desde los años 90. De hecho, el investigador de la cultura pop y de estudios culturales Lawrence Grossberg plantea que el rap es completamente posmoderno desde 1988. En su ensayo, "Poniendo al pop de nuevo en la posmodernidad" argumenta, entre muchas otras cosas, que el rap es esencialmente posmodernista gracias a una fuerte y jactanciosa afirmación de la existencia que vive debajo de las estructuras de poder, y que han vuelto esa misma existencia sumamente difícil —no es el tipo de reflexión que puedes obtener en un blog cualquiera.

Para Andrew Warnes— un profesor de Literatura Americana de la universidad de Leeds que siempre enseña Fear Of A Black Planet de Public Enemy a sus alumnos de posgrado— tanto el rap como la tradición literaria afro-estadounidense, capturan la esencia de la experiencia para la comunidad negra en Estados Unidos. "La tradición cultural afro-estadounidense en su mayoría está enraizada en la expresión de una identidad humana privada de sus derechos. Eso es lo que la cultura afro-estadounidense suele hacer", me dice. "Es el artista reclamando no sólo su propio derecho a existir, si no el derecho a sentir, a emocionarse, ante la masiva opresión racista. Si tuviera que destilarlo a un ethos cultural unificador, creo que se trata de algo relacionado con la supervivencia y la perseverancia de la esencia humana, y creo que puedes escuchar eso en el blues, puedes escuchar eso en las composiciones de Richard Wright, Langston Hughes y creo que también puedes escuchar algo de eso en el hip hop".

Respecto al premio, de acuerdo con el testamento de Alfred Nobel, el premio de literatura debe otorgársele "a la persona que ha producido en el campo de la literatura el trabajo más destacado en el sentido del idealismo". Esto ha sido puesto ampliamente a interpretación durante el último siglo, pero en esencia, Young Thug, Lil Wayne y Drizzy, no podrían ganar un Nobel de literatura en esta vida. Su apolítico "mirarse el ombligo" es poco atractivo para los académicos que buscan al hip hop por su idealismo social. Elleke Boehmer, profesor de literatura mundial de la universidad de Oxford y experto en el Premio Nobel, dice que "de vez en cuando el comité del Nobel nos sorprende, pero tradicionalmente le dan el premio a alguien que no es percibido como un escritor significativo, que destaca por su estilo y coherencia en su prosa. También es para el escritor cuya visión coincide con un momento en particular, políticamente. En realidad no está nada alejado a cómo se elige el premio Nobel de la paz".

Tanto como producto del canon como un medio para crear MVP's del canon, el comité del Nobel ocasionalmente selecciona desconocidos como Svetlana Alexievitch en 2015 para empujar su fama. Pero el concepto de "canon" es inherentemente engañoso. Los cánones son proteicos, son reformados a lo largo de las generaciones por aquellos que tienen acceso a ellos. Durante cientos de años en el hemisferio norte, esto se ha traducido en hombres blancos y educados, de clase media y con antepasados europeos. Que Wole Soyinka ganara en 1986 puso en el candelero a la literatura africana, pero en años recientes a Ngugi Wa Thiong'o se le ha negado consecutivamente el premio. Y entre el premio a Dylan el año pasado y el de Toni Morrison en 1993, ni un solo estadounidense ganó, un gesto que desató acusaciones de anti-americanismo y una serie de generalizaciones sobre la literatura en Estados Unidos durante 2008, dichas por el entonces secretario permanente de la Academia Sueca, Horace Engdahl. Y eso, claro está, son malas noticias para los músicos afro-estadounidenses.

El rap por sí mismo puede ser igual de problemático. Incluso los artistas más idealistas luchan por justificar un léxico homófobo, misógino y racista. El uso de la palabra "maricón" en el repertorio de Eminem es prolífica, y que NWA use todo el tiempo "negrata" de forma empática no le gusta a todo el mundo. "I Don't Wanna Be Called Yo Nigga" de Public Enemy es un rechazo a ese uso flagrante de "negrata" y, en 2014, el rapero Swiss de So Solid Crew publicó una canción para prevenir sobre el uso popular de "nigga" que es herencia de un terrible contexto histórico de la palabra (una actuación que fue respaldado por Akala). Sobre esta enmarañada pelea semántica se sitúa otro debate centrado en la misoginia, y si se ha incorporado al lenguaje de género. Kendrick Lamar es el rapero más destacado de la era de Obama, con discos que han provocado ensayos a profundidad y letras que se transformaron en un llamado hacia lo pronegro y las marchas antibrutalidad contra los policías. Sin embargo, para los miembros del comité, incluso Kendrick esta potencialmente encuadrado en la profanidad por "Bitch Don't Kill My Vibe".

Una vez más, el trabajo de Lamar podría parecer demasiado dócil cuando se yuxtapone con las obras de los anteriores ganadores del Premio Nobel de literatura. Una vista superficial que lleva a la controversia: El poema de Rudyard Kipling "The White Man's Burden", es un llamado jingoísta a levantar armas por el imperialismo británico; William Faulkner urgía a que los procesos de desegregación "fueran despacio"; y sigue sin resolverse el complejo debate que gira alrededor de los posibles elementos anti semitas en el trabajo de TS Eliot. Ninguna de estas son direcciones "ideales", y a pesar de que el lenguaje del hip hop con regularidad ofende, también tiene el poder de silenciar a los detractores que llaman al premio de literatura un segundo premio de la paz pero glorificado.

"¿El premio Nobel de literatura siempre tiene que ser una figura refinada?", pregunta Warnes, de la Universidad de Leeds. "Claramente la respuesta a eso es no. Tienen que ser figuras provocativas, controversiales y retadoras para poder ganar cierto tipo de importancia. Si las letras obscenas del hip hop son el problema que está evitando que cualquier rapero gane el premio Nobel de literatura, tendría que decir que no estoy de acuerdo con eso porque conjura una idea que los ganadores son figuras educadas y impecablemente bien comportadas. Y si eso es así, entonces se está perdiendo la verdadera pasión por la literatura. La literatura no es así".

El mayor obstáculo para que el rap alcance el premio, entonces, es en realidad su infancia. Bob Dylan subió al tope de las listas de popularidad mucho antes de que el género saliera de Nueva York, por ejemplo. "Si existiera el caso", Boehmer declara "de que un artista del rap tenga un cuerpo de trabajo que se ha producido desde hace cuatro o cinco décadas, y que realmente ha mantenido el repunte en excelencia, brillantez o agudeza social, entonces puedes imaginar que un artista de rap será reconocido con el premio Nobel. Pero creo que no están ahí todavía en ningún sentido. No puedo pensar en nadie que logre encajar en ese molde". Está de acuerdo, eso sí, en que el rap guarda una profunda similitud a la poesía". Mucha de la poseía proviene de las tradiciones de la canción y del folk, y lo que es realmente interesante de esas tradiciones es cómo la rima funciona para crear nuevos significados en conjunto, o para ayudarnos a recordar el poema o la canción, y puedes ver a muchos letristas del rap trabajando muy de la mano de esto".

El reconocimiento del Nobel también resulta un problema para la cultura del hip hop. Mientras que las baladas de Dylan como "Boots of Spanish Leather" encajan cómodamente en la métrica común del verso yámbico, mejor ejemplificado en Lyrical Ballads, de Wordsworth y Coleridge, el flow del rap está intrínsecamente ligado a los beats. "Cuando pones esas palabras en papel algo se pierde", dice Warnes. "Se reduce a algo estable, es presentado como poesía —pero no es poesía, son letras hechas para bailar. Si insistes en que un letrista del rap debe ser leído como poeta, ¿no es la implicación entonces que no son letristas de rap, si no que son poetas? Son mutuamente excluyentes".

Teóricamente, el rap podría ganar un premio Nobel. Chuck D, Ice Cube, Rakim, Kendrick, Killer Mike, Kano, Mike Skinner, Little Simz y muchos más, podrían pisar el camino de esa ilusoria "dirección ideal", pero podrían pasar varias décadas antes de ser considerados para el premio. Pero ¿el reconocimiento de ese venerable comité de verdad importa? Que existan videos de los manifestantes del movimiento #BlackLivesMatter cantando "Alright" de Kendrick durante una marcha contra la violencia policiaca, o los protestantes anti-Trump entonando "T5" de Swet Shop Boys, habla mucho más fuerte del espíritu esencial del rap que cualquier premio dado por un comité escandinavo. En vez de pedirle al hip hop que se ajuste a los parámetros del Nobel, tal vez deberíamos pedirle al Nobel que sea más como el rap, ¿me entendéis?

Publicado originalmente en VICE.com

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