Picoteando el Espectáculo
Cuando cumplió 40 años, a Zoe Saldaña le llegó el síndrome del impostor. Me lo dice mientras se quita una pelusa de la suela de sus medias negras. Hace unos minutos, la actriz caminaba descalza por el pasillo del hotel, con los tacones en la mano y un enorme abrigo negro sobre los hombros. Parecía el final de una noche de fiesta para la estrella; en realidad, eran las 3 p. m. de un día laborable. Pero la campaña de los Óscar es un trabajo a tiempo completo. Y Saldaña está aprendiendo a hacerlo.
De ahí el agua caliente con limón que humeaba en su taza y la temperatura intempestivamente agradable de la habitación del hotel. “Espero que no te importe que haga un poco de calor”, se disculpa mientras sube el termostato.
Con respecto a los sentimientos de duda. A sus 46 años, Saldaña es parte de la comunidad de actores más rentables de Hollywood. De las cinco películas más taquilleras de todos los tiempos, ella protagoniza tres: Avatar, Avengers: Endgame, y Avatar: el camino del agua. (Además actúa en Star Trek, que, de hecho, se está desarrollando una cuarta entrega desde hace tiempo). “Sé que desde fuera puede parecer: ‘Ah, es exitosa, ¿por qué se sentiría como una impostora?”, plantea Saldaña.
Y, sin embargo, inmersa en la divertida y efervescente vorágine de secuelas interminables, Saldaña siente que perdió algo importante. “¿Cómo puedo expresar esto de una manera que no haga sentir a esos maravillosos cineastas que los estoy defraudando?”, comienza. “No doy por sentados esos momentos; son la razón por la que estoy aquí. Pero cuando formas parte de algo que al principio era tan especial y que, debido a su éxito, se convierte en una máquina comercial que requiere mucho más tiempo y empieza a operar por sí misma... A menos que seas alguien con control creativo sobre el proyecto, tu aportación como artista disminuye. Ahora desempeño un papel más pequeño dentro de algo mucho más grande”.
Y eso estaría bien, continúa Saldaña; de hecho, sería estupendo, si no fuera porque todavía tiene tanta hambre de más. “Tengo una energía, un fuego que sigue muy vivo, y quiero desafiarme a mí misma”, afirma. Ahí es donde entra Emilia Pérez. La película, que se estrena en México en enero de 2025, y favorita para los Óscar del año que viene, es todo un desafío, tanto para sus protagonistas como para los espectadores.
En ella, Saldaña interpreta a Rita, una brillante pero olvidada abogada defensora que se ve envuelta en la vida de un narcotraficante mexicano (Karla Sofía Gascón), quien revela que es trans y pide a Rita que le ayude a fingir su muerte y a organizar una operación de reasignación de sexo. Por no hablar de la consiguiente logística de su vida posterior a la transición y la de su familia.
Dirigida por Jacques Audiard, este largometraje, que combina el drama sangriento de un cártel con un sorprendente musical de jazz fuera de lo convencional, representa un gran salto para Saldaña en todos los sentidos, casi como un acto de trapecio. Y sigue dando sus frutos. En mayo, en Cannes, Saldaña compartió el premio a la mejor actriz con sus tres compañeras de reparto. El 9 de diciembre, recibió la nominación a un Globo de Oro. Por primera vez en sus 25 años de carrera, Saldaña se encuentra en el centro de la conversación por el Óscar, un logro que llegó tras un giro audaz en su trayectoria profesional.
La primera vez que actúa en su lengua materna. “Lo cual representó su propio conjunto de retos”, comparte. “Pensé que iba a ser más fácil, pero fue lo mismo”. Se crio bilingüe en Jackson Heights, Queens, pero cree que nunca llegó a tener “conocimientos de ninguno de los dos idiomas a nivel académico”.
Su dislexia tampoco ayudó, pero es algo con lo que ha luchado a lo largo de su carrera. Recientemente se mostró reacia a aceptar un papel protagonista en el thriller de espionaje de Taylor Sheridan, Special Ops: Lioness, porque tenía muchos diálogos. Al final, aceptó y se puso manos a la obra para interpretar a la estoica agente alfa. Solicitaba los guiones con semanas de antelación y contrataba a alguien para que leyera los diálogos con ella todos los días.
Es cierto que Saldaña es capaz de comunicar sentimientos profundos sin decir una palabra, una destreza física que puede atribuirse a su formación en danza. (Dejó el ballet de adolescente por orgullo porque sabía que no “tenía los pies” para ser la mejor). De hecho, fue su interpretación en puntas de Eva, una bailarina que chasquea chicle, en la película Centre Stage (2000), la que lanzó su carrera cinematográfica. Un par de comedias románticas más tarde (incluyendo un memorable papel junto a Britney Spears en Crossroads: amigas para siempre), consiguió Star Trek y Avatar en el mismo año. De ahí al estrellato.
A estas alturas, Saldaña ya sabe el tejemaneje de una franquicia, pero es famoso el mal rato que pasó en el rodaje de la primera de su carrera: Piratas del caribe. En entrevistas posteriores afirmó sentirse “atrapada en un entorno difícil”. También habló de haber perdonado al productor Jerry Bruckheimer cuando este le pidió disculpas años más tarde tras enterarse de su mala experiencia en el rodaje. Si en algo cree Saldaña es en el perdón y la redención.
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