LOS BOTADOS, Yamasá.- La casa de Jean Carlos de León está ubicada entre cacaotales, tan tupidos que las dos viviendas más cercanas no se ven desde ningún ángulo. Se encuentra en el paraje La Yautía, a tres kilómetros de lodo, zanjas y pendientes del distrito municipal Los Botados, al sur del municipio de Yamasá, en la provincia de Monte Plata.
Los vehículos no llegan hasta la casita azul donde vive con su abuela, doña Aurelia. A veces, dice, si el camino está seco puede entrar con su motocicleta.
Allí, en medio de la modestia más extrema y un silencio que abruma, Jean Carlos no percibe la distancia y los kilómetros que, según la gente, lo separan del mundo moderno y globalizado. Mientras haya energía eléctrica, él está conectado a Internet y a todas las herramientas que ofrece sin pagar un centavo. La antena que le proporciona conexión, compuesta por una pequeña olla de aluminio vieja, un cable y un pedazo de cobre, está en la cima de una mata de coco de unos 40 pies de altura, tal vez más. El mismo se subió a conectarla. ¿Cómo lo hizo?
La señal Wi-Fi la toma de la antena de Los Botados, la primera comunidad en beneficiarse, en octubre de 2007, del proyecto Conectividad Rural de Banda Ancha que ejecuta en el país el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel). Hace unos meses Jean Carlos, de 21 años y estudiante de ingeniería industrial en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), le preguntó al encargado del proyecto de conectividad rural del distrito cómo se captaban las señales. Edwin San Ramón le respondió que bastaba con que la antena principal estuviera visible desde donde él estaba ubicado, es decir, desde su casa.
Sólo un poco de ingenio
Ante la respuesta de San Román, y tan escondido como él sabía que se encontraba su hogar, Jean Carlos necesitaba empeñarse si quería conectarse a Internet, un servicio del que toda la comunidad de Los Botados ya disfrutaba y que él necesitaba para hacer las tareas, navegar y conversar con sus amigos.
Acostumbrado a desarmar radios y cuantos aparatos electrónicos llegaban a sus manos desde pequeño, se le ocurrió “crear una antena”. Compartió la idea con su amigo Wilfrido de Paula, también de La Yautía, y juntos trabajaron en algo que nunca se imaginaron iba a llamar tanto la atención.
“Me ubiqué en las otras antenas, me fijé en el material que usaban, me salió la idea y la fabriqué”, dijo Jean Carlos a LISTÍN DIARIO, que llegó hasta su casa para conocer su trabajo. En unas cuantas horas lograron la conexión. Sólo necesitaron un cable coaxial, un pedazo de cobre y una olla vieja.
“No me tomó tanto tiempo”, sigue Jean Carlos. “Fue de una vez, el mismo día”. Según el joven, “el alambre tiene un cable coaxial que cubre la parte de cobre, esa la uno con la olla y la otra partecita de cobre la uno con el mismo cable”. Y eso es todo. La olla funciona como un espejo que enfoca hacia la antena “y evita que la señal sea unidireccional”.
La antena de Wilfrido, que tiene 23 años y estudia Informática en la UASD, está ubicada en la parte trasera de su casa. El jarro viejo de aluminio lo sostiene una larga caña brava.
UNA COMUNIDAD RURAL EXPERTA EN TECNOLOGÍAS
En Los Botados, la tecnología forma parte de la cotidianidad de todos sus habitantes. Ramón Santos, director de la Junta Municipal, dice que en pocos años han pasado de ser un pueblo incomunicado a ser uno de los mejores comunicados del país. La conexión al mundo virtual comenzó en el año 2004, cuando por iniciativa suya comenzaron a impartir clases en el Centro de Capacitación en Informática Profesor Juan Bosch.
Luego, con el plan piloto del proyecto de Conectividad Rural de Banda Ancha del Indotel, llegaron más computadoras y más talleres.
“Propiciamos el uso de las tecnologías de la información y los resultados ya se han reflejado: el 25 por ciento de la población de Los Botados conoce sobre manejo de informática e Internet”, señala Santos.
Tomando en cuenta que en Los Botados viven unas 20,000 personas, eso significa, asegura, que de cada familia por lo menos dos saben informática y manejo de Internet.
“La experiencia ha sido fantástica. Tenemos 225 estudiantes en la actualidad y ya vamos por la séptima graduación”, señala Yuberkis Hernández, directora del centro de informática que funciona en las instalaciones de la Junta Municipal. Alrededor de 750 alumnos, jóvenes y adultos, se han graduado de los diferentes cursos.
Además de los paquetes de Office, con la ayuda del Indotel y la Oficina Presidencial de las Tecnologías de la Información y Comunicación (OPTIC) han realizado cursos especializados sobre manejo de Internet, fabricación de antenas y charlas sobre las nuevas tecnologías. También ofrecen clases para los servidores públicos y para niños de cinco años los domingos, todo gratis.
De 8:00 de la mañana hasta el mediodía los estudiantes tienen una hora gratis en el centro para navegar y hacer las tareas. En las tardes funciona el instituto de formación.
SUPERACIÓN
En la humilde salita de su casa, Jean Carlos mantiene una especie de taller alrededor de una computadora IBM del año 2000 ensamblada con piezas que él mismo recoge y arregla. Su interés por las computadoras y las telecomunicaciones creció a partir de su primer contacto con las máquinas en el año 2002, durante un curso básico que tomó en Villa Mella. El resto lo ha hecho por cuenta propia.
Doña Aurelia, que ya pasa de 80 años, lo deja trabajar. No se mete en sus asuntos porque no entiende nada de esas cosas. Sólo sabe que ahora se acercan muchas personas hasta su casa para ver la antena que construyó Jean Carlos en lo alto de la mata de coco. El mismo presidente del Indotel, José Rafael Vargas, se acercó para ver lo que habían hecho los chicos.
A los papás de Wilfrido, en cambio, no les sorprenden los inventos de su hijo y sirven de anfitriones de los visitantes cada vez que, debido a las clases, Wilfrido se ausenta. Recuerdan que cuando se enroló como auxiliar de la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet) hace unos años dijo que lo primero que compraría sería una computadora. “Son muchachos despiertos, han subido juntos desde chiquitos, se ponen a inventar y les funciona”, dice Teofino de Paula, padre de Wilfrido. Jean Carlos también fue auxiliar de Amet hace unos dos años.
Hoy ambos chicos están desempleados, enfocados en sus estudios y deseosos de seguir “inventado” y encontrar trabajo en las áreas de las telecomunicaciones y la informática. Ya demostraron que ingenio y deseos de trabajar les sobra. Sólo esperan seguirlo demostrando. ¿Alguien se anima?
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