En plena Navidad, el 21 de diciembre, Anthony Ríos tuvo que abandonar el escenario del hotel Barceló y fue a parar a una clínica. Un rato más y casi se da aquel imaginario artístico de morir en el escenario. Desde hacía días se sentía mal, pero la desidia no lo dejaba ir al médico.
¿Te imaginas morir en el escenario?, se le preguntó, a lo que respondió: “Hubiera sido bonito morirse ahí donde uno ha encontrado la vida”.
Problemas de corazón
Gracias a Dios está vivo, aunque debe cuidarse porque sus médicos le encontraron el corazón agrandado.
“El corazón se me agrandó para que me quepa más gente”, bromeó él anteanoche durante un encuentro de prensa como parte del elenco de la película “Vamos de robo”.
Del padecimiento explicó: “La grasa empujó el corazón para la costilla y parece que haciendo esfuerzos por latir se creció, pero no es una cosa de morirse y estoy bajo un tratamiento para volver a ponerlo a latir normal”.
Él parece no preocuparle el caso y lo toma a broma o filosofía: “Cuando tú has vivido con esta intensidad no puede ser que la muerte sea tan intensa”. No está en dejar su rutina de vida, en la que incluye vinos y quesos.
“Nooo, si dejo cualquiera de las cosas que yo hago dejo de vivir”. Eso sí aseguró: se reducirán las cantidades, “pero no puedo dejar jamás de la vida un buen queso; ahora es comer más calidad para vivir más años”.
Sobre el alcohol, de por sí “ya lo había controlado, pero mi vino, no”.
Ramón Almánzar / Listín Diario
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