Para Jacques Brel, Salvatore Adamo (Comiso, Italia, 1943) era el "el jardinero del amor". PE
Y es que el cantautor italo-belga ha sido uno de los colosos de la canción romántica de los años 60 y 70 gracias a temas -ha compuesto más de 600- como
Tus manos en mi cintura, auténticos calientapistas, en el sentido literal, de los guateques de la época.PE
Tus manos en mi cintura, auténticos calientapistas, en el sentido literal, de los guateques de la época.PE
Con tres cuartos de siglo a sus espaldas, Adamo regresa a nuestro país, justo doce meses después del éxito de su última visita, para presentar su último elepé, Si vous saviez (2018), y repasar los hitos de toda su carrera.
Cuando tenía cuatro años emigró con sus padres a Bélgica. ¿Cómo fue su infancia allí?
¿Nunca se ha cansado de actuar?
Cuando tenía cuatro años emigró con sus padres a Bélgica. ¿Cómo fue su infancia allí?
Fui feliz, pero con los años me di cuenta de lo complicada que fue la vida de mis padres. Vivíamos en un barrio reservado para los trabajadores extranjeros: italianos, argelinos...
Eran casas de madera, muy precarias. Mis padres venían de Sicilia, del sol, y llegaron a un país de niebla y frío. Pero los belgas fueron siempre muy acogedores con nosotros.
¿Qué música le gustaba de adolescente?
Con mi padre escuchaba música italiana, porque a partir de las ocho de la tarde se podía sintonizar la RAI.
Con la oreja pegada a la radio oíamos el Festival de San Remo y a Domenico Modugno. Pero también me gustaba la canción francesa: Charles Aznavour, Jacques Brel, Léo Ferré, Georges Brassens. Y también cosas anglosajonas: Paul Anka, que era mi ídolo, Elvis Presley, Cliff Richard o Gene Vincent. ¡Y The Everly Brothers! ¡Estaba loco por ellos! Yo soy una mezcla de todo eso.
Y ahora, ¿qué tipo de música escucha?
Siempre estoy en internet tratando de descubrir cantantes actuales como Ed Sheeran o Matt Simons. Me gusta todo tipo de música si siento que es sincera. Y hay cantantes de rap maravillosos, llenos de poesía y sinceridad como Oxmo Puccino, con el que hice un dúo recientemente.
En su último disco, Si vous saviez, también ha grabado un dúo con Camille del tema Juste un "Je t'aime".
La descubrí hace unos años. Su marido, Clément Ducol, estaba trabajando en los arreglos de mi último disco y Camille escuchó la demo de esa composición. Él me llamó para decirme que a Camille le había encantado. Unos días después me volvió a telefonear para decirme que a ella le gustaría hacer un dúo conmigo. Para mí fue un honor. Y creo su voz ha sublimado esa canción.
Hay quien dice que lo mejor del pop y de la canción popular se hizo en los años 50, 60 o 70. ¿Está de acuerdo?
Sí, era un tiempo en el que se cuidaba muchísimo la melodía. The Beatles eran pura melodía. Luego el sonido cambió, pero siempre hay reminiscencias de los 50, 60 o 70. Pero siguen saliendo artistas originales: la música siempre ha sido una confluencia de varias corrientes paralelas que se prestan elementos.
El éxito suele ser una mezcla de trabajo, talento y suerte. ¿También fue ése su caso?
Para mí fue cuestión de suerte. En 1960 participé por primera vez en un concurso de Radio Luxembourg. En la eliminatoria de la tarde fui eliminado, pero un miembro del jurado convenció a sus compañeros para que me repescaran porque vio algo en mí. Y en la final de la noche, gané. Fue como si el destino se manifestara. Y eso persuadió definitivamente a mi padre. Después de unos años y de grabar tres discos con muy poco éxito, yo ya había decidido volver a estudiar. Y fue justo él quien me animó para seguir intentándolo.
¿Siempre tuvo claro que quería ser músico?
No siempre. Yo no era mal estudiante y soñaba con jugar al fútbol, aunque no fuera de manera profesional. Solo empecé a pensar seriamente en la música a los 16 o 17 años.
Y ya lleva más de 55 sobre un escenario...
Uno nunca piensa que va a durar tanto en esta... Bueno, no digo profesión, porque para mí esto todavía es un hobby. Tengo la inmensa suerte de vivir haciendo lo que amo. Cada vez que hago un disco o un tour siempre me digo que igual es el último. Pero sé que el escenario es el lugar donde el artista se siente por encima de todo. Es como una levitación a 10 centímetros del suelo.
¿Y lo sigue sintiendo así?
Mire, hace tres días ofrecí un concierto, aunque horas antes no me sentía nada bien: sufría un resfriado y no estaba muy seguro de si lo iba a poder terminar. Según di el primer paso en el escenario, me olvidé de todo y el público me llevó hasta el final. Fue casi un milagro.
Nunca. Espero que cuando llegue el momento de dar un paso atrás, mi mujer y mi hija me lo digan, porque es muy difícil que uno mismo lo admita. Actuar siempre es un placer, es un regalo del cielo.
Debe ser casi adictivo...
Sí, es algo así. Con los años me empiezo a preguntar qué voy a hacer cuando ya no pueda cantar más. Es una cuestión muy triste. Y la respuesta no la conozco. Quizá escribir o poder ver más a mis nietas, que será muy bonito, pero muchas veces prefiero no pensar en el momento en el que ya no pueda cantar.
Hay temas que no pueden faltar en su repertorio, como Tus manos en mi cinturao C'est ma vie, pero ¿hay alguno al que le ha cogido manía de tanto cantarlo?
Puede que alguna vez haya sentido la rutina, pero como tengo tantas composiciones puedo olvidarlas durante una gira y volverlas a recuperar tiempo después.
Hay temas como Cae la nieve que canto con la misma emoción después de 50 años. Espero no sonar presuntuoso al decir esto de mí, pero hay ciertas letras que son atemporales. Y Cae la nieve era la canción preferida de mis padres y me trajo mucha suerte en países como Japón. Por eso sólo tengo gratitud hacia ella.
Otro de sus clásicos es Mi gran noche, que popularizó Raphael en España. ¿Se acuerda de cómo la compuso?
Era una alucinación de un tímido que iba a bailar a un club. Al final de mi versión se descubre que el tipo que pretendía bailar con las chicas más bellas de la sala, en realidad estaba solo bebiendo whisky en la barra. Estaba delirando.
Por cierto, la letra de la versión de Raphael es totalmente diferente a la original.
Sí, es mucho más positiva, pero también me gusta mucho. Le vi actuando hace un mes en Madrid y estuvo fantástico, pero es más serio que yo. Para mí el humor es un arma muy importante para lanzar algunos mensajes.
Durante mucho tiempo rivalizó en popularidad con Charles Aznavour, que falleció hace pocos meses...
Yo canto gracias a Aznavour. Mi padre no comprendía que yo quisiera cantar con la voz que tenía. Pero él se hizo famoso y eso fue como una coartada para mí. Es el pionero de los cantantes de voz no académica, de voz arenosa. Y fue fiel a su estilo toda su vida.
Tanto Aznavour como usted son hijos de emigrantes. ¿Qué le parece la posición antiinmigración de Matteo Salvini y del Gobierno italiano?
Naturalmente no puedo aceptarla. Escribí una canción, que aún no he grabado, que se llama Migrantes, porque soy hijo de emigrantes y no puedo comprender que un ser humano no sea considerado con la dignidad que se merece. Para mí es todo cuestión de dignidad. Creo que si Europa se pone de acuerdo se puede encontrar una manera de acoger gran cantidad de personas en diferentes países.
Sería lo más humano. Además no se debe olvidar que emigrar es siempre un dolor, no se emigra por placer.
Creo que acaba de solicitar la nacionalidad belga después de siete décadas viviendo allí. ¿Por qué ha tardado tanto en hacerlo?
Ahora ya es posible, pero hasta hace algunos años Italia no permitía la doble nacionalidad. Y yo no quería perder la nacionalidad italiana por respeto a mis padres.
En su primer mensaje de 2019 en Facebook acaba diciendo: "Pongamos rumbo a un futuro más fraternal que haga desaparecer las injusticias sociales, el saqueo de nuestro planeta y los impulsos de odio racista". Parece que el mundo se ha vuelto loco estos últimos años...
Últimamente hay una oleada de populismo que no comprendo. Entiendo que hay mucha gente que tiene cada vez más problemas y dificultades, pero me parece simplista echar la culpa de todo a los extranjeros.
No aprendemos del pasado...
Cuando pasan los años se olvidan las razones que motivaron las guerras y se vuelve a empezar casi el mismo conflicto. Es una locura, es algo absurdo. No entiendo que siempre necesitemos un cabeza de turco. Tenemos todo en nuestras manos para hacer un mundo más vivible, más ecológico, con paz y respeto al otro. Pero siempre hay quien ansía más poder y riqueza, gente que aunque viviera 1000 vidas no podría gastarse todo su dinero.
¿Sigue pensando que "el amor es lo único que puede salvar el mundo"?
Sí, el amor en todas sus formas: el amor de pareja, pero también la amistad, la solidaridad, el respeto al otro, la tolerancia... Eso nos permitiría vivir en paz los unos con los otros, cada uno con sus diferencias. Igor López
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