SANTO DOMINGO.- Sus dientes nacieron al mismo tiempo que su interés por la música y mientras comenzaba a caminar daba sus primeros pasos como músico, con una pequeña tambora que le había comprado su abuelo. Con su padre recorrió los sectores del pueblo dando a conocer su talento como acordeonista y desde que grabó su primera canción, a principios de los 70, no paró de hacer éxitos a ritmo de perico ripio.
González Alvarado Pereira (Bartolo Alvarado o El Ciego de Nagua) nació en el paraje La Jagüita, del municipio Cabrera, Nagua, provincia María Trinidad Sánchez, República Dominicana, el 10 de enero de 1947, hijo de Ramón Alvarado y Juana Pereira
Bartolo nació sin visión de ambos ojos y antes de cumplir el año, mientras “gateaba”, tomaba en sus manos latas de metal y se ponía a sacarles ritmo como si quisiera hacer música. Esa era una constante en él día por día. A la edad de dos años su abuelo Demetrio tuvo el presentimiento de que en el futuro su nieto sería un artista y le compró una tambora, para que, en lugar de hacerlo con latas, tocara un instrumento verdadero.
Según consta en el libro Célebres Músicos Dominicanos, escrito por Fausto Polanco para institución de gestión colectiva, Sodaie, Bartolo comenzó a tocar tambora, sin estudiar, por todo el sector y hasta le pagaban para verlo haciendo música. Al año siguiente consiguió una armónica y con esta y la tambora tenía doble función al mismo tiempo, las cuales manejaba con cierta habilidad.
A los 9 años de edad su padre le compró un acordeón, y con este instrumento empezó una nueva etapa musical, debido a que con este se sintió más cómodo. Aprendió a tocarlo sin estudios, pues como carecía de visión le era más difícil que a otros inscribirse en una escuela de música.
Pero venciendo todos los obstáculos fue adquiriendo destreza, únicamente escuchando por la radio a los grandes acordeonistas. En 1956 lo llevaron a tocar al programa Buscando Estrellas, que se transmitía por La Voz Dominicana, su primera experiencia en un medio de comunicación.
Tras volver a su comunidad formaron un pequeño trío, con su padre como güirero, un tamborero y Bartolo, quienes se pusieron a realizar actividades en comunidades de la zona.
Su padre también era como su mánager y en Nagua corrió la voz de aquel niño que tocaba con gracia y mucha habilidad, como si tuviera experiencia en esta área. Para entonces le apodaron el Cieguito.
A la edad de 18 años se trasladó a Santo Domingo, pero tras estallar la Revolución de Abril de 1965 volvió a su pueblo, hasta que al siguiente año fue contratado por los ejecutivos de Radio Nagua para tocar en vivo los domingos, a las tres de la tarde.
El empresario Fabio Inoa lo escuchó tocar y le propuso hacer dos grabaciones en 1966, tituladas Yo seré tu mayoral y Mariíta, sus primeros temas como El Cieguito de Nagua.
Su música empezó a sonar en la radio y en 1973 realizó su primera gira a Estados Unidos, además firmó un contrato con la compañía Discomundo.
Al regresar a la República Dominicana hizo su residencia definitiva en Santiago, cuna del perico ripiao, ritmo del que estaba viviendo y sentía la necesidad de estar donde estaba el epicentro de esta música.
Ese mismo año lanzó el tema ¡Fuá!, al que también bautizaron como La luz, uno de sus grandes éxitos de todos los tiempos, original del jíbaro Alfonso Vélez. Se lo presentó Bienvenido Rodríguez, de Karen Récords, el cual el artista no pensaba grabar, porque le parecía que sus letras no tenían mucho sentido. Una vez más Rodríguez lo pegó, como casi siempre hizo con sus artistas.
La grabación se convirtió rápidamente en un sonoro éxito, en una época en que la República Dominicana pasaba por una de las más graves crisis de energía eléctrica y el merengue caía como anillo al dedo. Era el segundo período de los 12 años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer y sus letras sirvieron a la expresión popular de muchos dominicanos.
Yo tenía una luz / que a mí me alumbraba / y venía la brisa, ¡fua! / y me la apagaba /, dice uno de sus estribillos.
Los 80 también fue una década exitosa para este artista, quien se cotizó entre los mejores de la música típica, consiguiendo canciones que lo llevaron a la cúspide de la popularidad.
Otro de sus grandes éxitos fue El diente de oro, el cual fue grabado por artistas como Henry Hierro, quien le sacó mucho provecho en 1987.
Los 90 también fueron más que provechoso paras Alvarado, quien lanzó varios discos y sonó una gran cantidad de canciones.
Ha grabado con Johnny Ventura (El amor no mata) y Primitivo Santos (Onorina) y tiene 25 álbumes en su carrera artística. Otras canciones de su repertorio son Chiche Bello, El gusto, Pena profunda, La que sufre callada, La profeta, Mujer allantosa, La lámpara apagá, La bailadora, Dame un besito, El deseo y la vaina y La colita blanca, entre otros.
En 2013, el artista fue declarado Activo Cultural de la Nación, mediante la ordenanza 41-00 del Ministerio de Cultura.
Fuente el dia
González Alvarado Pereira (Bartolo Alvarado o El Ciego de Nagua) nació en el paraje La Jagüita, del municipio Cabrera, Nagua, provincia María Trinidad Sánchez, República Dominicana, el 10 de enero de 1947, hijo de Ramón Alvarado y Juana Pereira
Bartolo nació sin visión de ambos ojos y antes de cumplir el año, mientras “gateaba”, tomaba en sus manos latas de metal y se ponía a sacarles ritmo como si quisiera hacer música. Esa era una constante en él día por día. A la edad de dos años su abuelo Demetrio tuvo el presentimiento de que en el futuro su nieto sería un artista y le compró una tambora, para que, en lugar de hacerlo con latas, tocara un instrumento verdadero.
Según consta en el libro Célebres Músicos Dominicanos, escrito por Fausto Polanco para institución de gestión colectiva, Sodaie, Bartolo comenzó a tocar tambora, sin estudiar, por todo el sector y hasta le pagaban para verlo haciendo música. Al año siguiente consiguió una armónica y con esta y la tambora tenía doble función al mismo tiempo, las cuales manejaba con cierta habilidad.
A los 9 años de edad su padre le compró un acordeón, y con este instrumento empezó una nueva etapa musical, debido a que con este se sintió más cómodo. Aprendió a tocarlo sin estudios, pues como carecía de visión le era más difícil que a otros inscribirse en una escuela de música.
Pero venciendo todos los obstáculos fue adquiriendo destreza, únicamente escuchando por la radio a los grandes acordeonistas. En 1956 lo llevaron a tocar al programa Buscando Estrellas, que se transmitía por La Voz Dominicana, su primera experiencia en un medio de comunicación.
Tras volver a su comunidad formaron un pequeño trío, con su padre como güirero, un tamborero y Bartolo, quienes se pusieron a realizar actividades en comunidades de la zona.
Su padre también era como su mánager y en Nagua corrió la voz de aquel niño que tocaba con gracia y mucha habilidad, como si tuviera experiencia en esta área. Para entonces le apodaron el Cieguito.
A la edad de 18 años se trasladó a Santo Domingo, pero tras estallar la Revolución de Abril de 1965 volvió a su pueblo, hasta que al siguiente año fue contratado por los ejecutivos de Radio Nagua para tocar en vivo los domingos, a las tres de la tarde.
El empresario Fabio Inoa lo escuchó tocar y le propuso hacer dos grabaciones en 1966, tituladas Yo seré tu mayoral y Mariíta, sus primeros temas como El Cieguito de Nagua.
Su música empezó a sonar en la radio y en 1973 realizó su primera gira a Estados Unidos, además firmó un contrato con la compañía Discomundo.
Al regresar a la República Dominicana hizo su residencia definitiva en Santiago, cuna del perico ripiao, ritmo del que estaba viviendo y sentía la necesidad de estar donde estaba el epicentro de esta música.
Ese mismo año lanzó el tema ¡Fuá!, al que también bautizaron como La luz, uno de sus grandes éxitos de todos los tiempos, original del jíbaro Alfonso Vélez. Se lo presentó Bienvenido Rodríguez, de Karen Récords, el cual el artista no pensaba grabar, porque le parecía que sus letras no tenían mucho sentido. Una vez más Rodríguez lo pegó, como casi siempre hizo con sus artistas.
La grabación se convirtió rápidamente en un sonoro éxito, en una época en que la República Dominicana pasaba por una de las más graves crisis de energía eléctrica y el merengue caía como anillo al dedo. Era el segundo período de los 12 años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer y sus letras sirvieron a la expresión popular de muchos dominicanos.
Yo tenía una luz / que a mí me alumbraba / y venía la brisa, ¡fua! / y me la apagaba /, dice uno de sus estribillos.
Los 80 también fue una década exitosa para este artista, quien se cotizó entre los mejores de la música típica, consiguiendo canciones que lo llevaron a la cúspide de la popularidad.
Otro de sus grandes éxitos fue El diente de oro, el cual fue grabado por artistas como Henry Hierro, quien le sacó mucho provecho en 1987.
Los 90 también fueron más que provechoso paras Alvarado, quien lanzó varios discos y sonó una gran cantidad de canciones.
Ha grabado con Johnny Ventura (El amor no mata) y Primitivo Santos (Onorina) y tiene 25 álbumes en su carrera artística. Otras canciones de su repertorio son Chiche Bello, El gusto, Pena profunda, La que sufre callada, La profeta, Mujer allantosa, La lámpara apagá, La bailadora, Dame un besito, El deseo y la vaina y La colita blanca, entre otros.
En 2013, el artista fue declarado Activo Cultural de la Nación, mediante la ordenanza 41-00 del Ministerio de Cultura.
Fuente el dia
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