“No sé si ahora debería callar… Me lo han aconsejado”.
Pero callarse por prudencia ante la iniquidad, es ser cobarde dos veces, y odio la cobardía.
Un amigo, me ha llamado persuadiéndome para que deje las cosas así”, la propuesta asombra: “hazte el desentendido”, “que siga en lo mío y en mis libros”, porque tengo “una carrera que cuidar y un gran futuro que preservar”, a mi no me queda de otra que reírme primero y enojarme después.
Consejos para enseñarle al actor principal una falsa realidad, como si necesitaran la confirmación de lo que nunca pasó, retorciendo situaciones que ni siquiera tienen que ver con el amor o el desamor, quizás, exceso de amor, porque eso también daña dulcemente.
Como nada me “apichona”, el juego surrealista, trata de asustar, de sembrar en la pareja separada, la estupidez del silencio que ofende o peor aún: “el típico pésame de cornamenta”.
Sin embargo, no se trata tampoco de eso, se trata de desdoblar razones en una sociedad machista, molestar, envilecer o deshonrar, manipular la vergu¨enza. Y el problema es que yo soy cibaeño y eso acondiciona.
No hablar y “soltar en banda”.
El consejo de callar, es suficiente para que hable, porque soy “cabeza dura”. Solo temo al miedo, no al peligro, mucho menos a la maledicencia, cuando es irresponsable y se esgrime contra una dama.
No hay que enseñarme entonces la sombra de la “picota pública”, para disuadirme y lo único que tengo que cuidar y cuidaré con celo de fiera, no es mi imagen pública, sino la cueva del “cachorro”.
Es cierto que si debería, por discreción “mojigata”, ser prudente, y entonces “manejarlo bien”.
Pero no puedo. Debo “manejarlo mal”, pero con la verdad.
Es actitud timorata, hacerse el desentendido, mientras la bola maledicente corre por el camino “que le da la gana”, y los rumores buscan con sevicia reputaciones.
La especulación, el chisme de patio, no son fáciles de frenar, porque por los patios rastreros de la mediocridad corren a su antojo, y el que “da pechuga coge perdigón”.
Pero tampoco se trata de eso. Se trata de honrar la verdad, promesa política con la que estoy firmemente comprometido, porque creo que es la única forma, como decía Lincoln de reivindicar la calumnia, desenmascarar los farsantes, intrigantes, mentirosos, ultimando los engaños que tanto daño le han hecho al país.
“Los trapos sucios se lavan en casa”. En este caso, simplemente no hay “trapos sucios” y alguna gente no entiende el asunto, porque quieren saber más de lo que no es, y no hay derecho a violar motivos, que aunque simples solo son nuestros.
Luz García, es una bella mujer, inteligente, culta, amorosa, leal e integra. Buena madre, buena esposa y compañera. Comunicadora excepcional, tiene un carisma con la gente que la hace acreedora de cariño y admiración, sobre todo, en la gente más humilde, donde la envidia y el egoísmo no llegan en formas sofisticadas.
Por eso, no dudaría si fuera el caso, en elegirla de nuevo como mi compañera, decir otra cosa sería faltar a la verdad y yo no miento. La amé, la amo aún, quizás la amaré siempre, cual es la vaina.
Por estas calidades humanas, no en vano los seguidores de la V Republica la tienen como su Luz, en el Partido y debo confesar que son abrumadoras y tristes las llamadas de pesar de los dirigentes y seguidores, por un anuncio quizás apresurado por las trampas y tretas ineludibles de la emoción.
Lástima para los que pensaron que iban a golpear su propia bajeza, con la “piedra del escándalo”, porque no hay nada oculto, y no faltan esas llamadas a los comunicadores para insinuar que se corran cosas.
Los que piensan que pueden oscurecer reputaciones, que sepan que ella no está sola, sin importar conveniencias, ni desenlaces.
Encuentros o desencuentros Pase lo que pase, a ella que se lo merece, le espera la continuación de sus éxitos, a mi aplaudirlos de cerca o de lejos, quien sabe, porque nuestro hijo, apuesta de futuro, es la mayor prueba de fe en el país que tanto amamos ambos. Por lo demás, como dijo Miranda, lo demás es “ruido, ruido y más ruido”.
Por eso, dejo “al amor y sus mitologías la última palabra”. Y aunque ella, sabe cuidarse sola, no está de más, en este momento de aclaraciones decir: que desde una lejanía cercana, “por ahora” y todavía, la sigo cuidando yo.
¡Hay que volver a Capotillo!
Pero callarse por prudencia ante la iniquidad, es ser cobarde dos veces, y odio la cobardía.
Un amigo, me ha llamado persuadiéndome para que deje las cosas así”, la propuesta asombra: “hazte el desentendido”, “que siga en lo mío y en mis libros”, porque tengo “una carrera que cuidar y un gran futuro que preservar”, a mi no me queda de otra que reírme primero y enojarme después.
Consejos para enseñarle al actor principal una falsa realidad, como si necesitaran la confirmación de lo que nunca pasó, retorciendo situaciones que ni siquiera tienen que ver con el amor o el desamor, quizás, exceso de amor, porque eso también daña dulcemente.
Como nada me “apichona”, el juego surrealista, trata de asustar, de sembrar en la pareja separada, la estupidez del silencio que ofende o peor aún: “el típico pésame de cornamenta”.
Sin embargo, no se trata tampoco de eso, se trata de desdoblar razones en una sociedad machista, molestar, envilecer o deshonrar, manipular la vergu¨enza. Y el problema es que yo soy cibaeño y eso acondiciona.
No hablar y “soltar en banda”.
El consejo de callar, es suficiente para que hable, porque soy “cabeza dura”. Solo temo al miedo, no al peligro, mucho menos a la maledicencia, cuando es irresponsable y se esgrime contra una dama.
No hay que enseñarme entonces la sombra de la “picota pública”, para disuadirme y lo único que tengo que cuidar y cuidaré con celo de fiera, no es mi imagen pública, sino la cueva del “cachorro”.
Es cierto que si debería, por discreción “mojigata”, ser prudente, y entonces “manejarlo bien”.
Pero no puedo. Debo “manejarlo mal”, pero con la verdad.
Es actitud timorata, hacerse el desentendido, mientras la bola maledicente corre por el camino “que le da la gana”, y los rumores buscan con sevicia reputaciones.
La especulación, el chisme de patio, no son fáciles de frenar, porque por los patios rastreros de la mediocridad corren a su antojo, y el que “da pechuga coge perdigón”.
Pero tampoco se trata de eso. Se trata de honrar la verdad, promesa política con la que estoy firmemente comprometido, porque creo que es la única forma, como decía Lincoln de reivindicar la calumnia, desenmascarar los farsantes, intrigantes, mentirosos, ultimando los engaños que tanto daño le han hecho al país.
“Los trapos sucios se lavan en casa”. En este caso, simplemente no hay “trapos sucios” y alguna gente no entiende el asunto, porque quieren saber más de lo que no es, y no hay derecho a violar motivos, que aunque simples solo son nuestros.
Luz García, es una bella mujer, inteligente, culta, amorosa, leal e integra. Buena madre, buena esposa y compañera. Comunicadora excepcional, tiene un carisma con la gente que la hace acreedora de cariño y admiración, sobre todo, en la gente más humilde, donde la envidia y el egoísmo no llegan en formas sofisticadas.
Por eso, no dudaría si fuera el caso, en elegirla de nuevo como mi compañera, decir otra cosa sería faltar a la verdad y yo no miento. La amé, la amo aún, quizás la amaré siempre, cual es la vaina.
Por estas calidades humanas, no en vano los seguidores de la V Republica la tienen como su Luz, en el Partido y debo confesar que son abrumadoras y tristes las llamadas de pesar de los dirigentes y seguidores, por un anuncio quizás apresurado por las trampas y tretas ineludibles de la emoción.
Lástima para los que pensaron que iban a golpear su propia bajeza, con la “piedra del escándalo”, porque no hay nada oculto, y no faltan esas llamadas a los comunicadores para insinuar que se corran cosas.
Los que piensan que pueden oscurecer reputaciones, que sepan que ella no está sola, sin importar conveniencias, ni desenlaces.
Encuentros o desencuentros Pase lo que pase, a ella que se lo merece, le espera la continuación de sus éxitos, a mi aplaudirlos de cerca o de lejos, quien sabe, porque nuestro hijo, apuesta de futuro, es la mayor prueba de fe en el país que tanto amamos ambos. Por lo demás, como dijo Miranda, lo demás es “ruido, ruido y más ruido”.
Por eso, dejo “al amor y sus mitologías la última palabra”. Y aunque ella, sabe cuidarse sola, no está de más, en este momento de aclaraciones decir: que desde una lejanía cercana, “por ahora” y todavía, la sigo cuidando yo.
¡Hay que volver a Capotillo!
1 comentario:
Con tal de seguir pegado de esa t.ta, el coronel hasta se ha convertido en poeta.
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