Los artistas son como un producto X, pero la diferencia es que los artistas deben tener su Ángel.

Si nos dieran a manejar un artista, probablemente lo chocaríamos en la primera esquina que encontráramos en el camino. Decimos esto para dejar claro que el manejo de artistas es un terreno exclusivo de aquellos que se mueven en el mundo de la creación, las estrategias y las asesorías de figuras y grupos del arte popular. No obstante, nos vamos a tomar el atrevimiento de pisar superficialmente este terreno, solicitando el permiso de los expertos.
Observando nuestros medios (televisión, radio y prensa), podríamos afirmar, exagerando un poco, que en el país deben existir unos diez mil individuos tratando de alcanzar el éxito y la fama. Los hay aspirantes, otros a mitad de camino y algunos que ya casi se les está haciendo de noche. Esto ocurre en diferentes ramas del canto popular: merengue tradicional, merengue de calle y típico (que de merengue típico no tiene nada), baladistas, bachateros, reggaetoneros, salseros, entre otros.
Pero si la cantidad es preocupante, también lo es la falta de estrategias, estrategas y mercadeo que se aprecia en el manejo de estos “artistas”. Muchos ni siquiera deben saber que ellos son un producto. Quizás nadie les ha dicho que un artista se denomina producto persona, igual que lo es un candidato político, el aspirante a la plancha de una organización y, en el caso más sencillo, hasta aquel que ofrece su fuerza laboral a una empresa. El término producto persona se utiliza para diferenciarlo de un artículo comercial, aquel que se crea y se fábrica, se le asigna un precio, se distribuye y se promociona.
El artista, es un producto, igual que una marca de café, de vehículos o de perfume. Ahora bien, con el artista ocurre algo que no pasa con los productos o servicios que se crean para satisfacer las necesidades de los grupos humanos: el artista debe tener ángel. ¿Qué es el ángel? El diccionario lo define como gracia, simpatía. Nosotros, aceptando y ampliando un poco más esta breve definición, podríamos decir que el ángel es esa cosa especial que debe tener un artista para conectar con el público, para caerle bien. Es una especie de magnetismo personal, que tal vez una de cada veinte personas comunes posee.

CUQUIN VICTORIA
En un producto, la marca, el precio, el empaque, el diseño, la etiqueta, el slogan, etc., se conjugan para formar un todo que viene a ser la imagen del mismo. Ahora bien, en el caso de un artista lamentablemente el ángel no lo da la disquera, ni el estudio de grabación, ni el manager, ni las estrategias, ni la manera de vestir, ni un aretico en las orejas, tampoco las luchas (la pela) o el trabajo, el twitter, facebook y mucho menos se compra en una tienda. El ángel sencillamente es algo intrínseco, es inherente al individuo y la falta de éste podría llevar al fracaso a cualquier artista.
Al hablar de magnetismo personal, podemos poner como ejemplo a Fernando Villalona, un artista que conectó con la gente desde que inició su carrera y hasta ahora que ya está en la madurez. Otro ejemplo lo es Cuquín Victoria. Frecuentemente escuchamos a alguien decir: “con sólo verle la cara ya me estoy riendo”. Otros exclaman: “Es que Cuquín no tiene que hacer nada para que yo me ría”. Ocurre, sencillamente, que él quizás tiene el ángel más a flor de piel que muchos otros de igual oficio. Freddy Beras Goico no es gracioso porque es gordo, pues de ser así todos los gordos fueran humoristas. Es que el ángel de Freddy vino de fábrica. Mientras esto pasa con Villalona, con Cuquín y Freddy (y muchos otros), hay artistas de diferentes áreas que tienen la venta “pesa”. No calan en la gente, caen gordos y por ahí pudiera venirles el fracaso. Hay artistas que podrían recibir la mitad de la fortuna de Bill Gates para que la inviertan en tratar de conectar con el público y quizás no lo logren, pues el ángel no se compra ni con todo el dinero del mundo. Con el ángel se nace.

fuente Joseph Caceres
escrito Orlando Holguin