Krency García no tiene registrado el momento exacto en el que surgió su pasión por la música; y no porque le falle el recuerdo, sino porque no existe en él una diferencia entre su amor rítmico y su vida misma. “Tocaba el acordeón desde antes de caminar”, contó el artista.
El artista sigue siendo un hombre que disfruta experimentar con la música y su inseparable acordeón es el cómplice perfecto en la búsqueda de nuevos sonidos.
Sonidos como los que se aprecian en su más reciente creación “La reina del bar”, que forma parte del disco se prepara en la actualidad.
Con este álbum, el artista tiene como reto personal llevar la música típica a los Grammy. Esta producción, según reveló a LISTÍN DIARIO, se está trabajando con funciones de jazz, algo que ha dado como resultado lo que él ha bautizado como “jazz ripiao”.
Esto es lo último que prepara García, a quien siendo apenas un bebé su padre colocaba el acordeón en lugares donde él no lo pudiera alcanzar, ya que era evidente la motivación que desde pequeño mostró por el instrumento. “Un día mi padre dejó el acordeón en la cama y yo lo halé y cayó en el piso y en el piso lo comencé a tocar y saqué una melodía que sonaba en la radio en ese entonces, y mi padre dijo ‘diantre, este muchacho va a salir músico”, expresó.
Confiado en el virtuosismo del chico, el padre del prodigioso Krency se negó a llevarlo al Ayuntamiento de su pueblo, donde funcionaba una banda musical que siempre llamó su atención.
Pero el lazo con la música era más fuerte cada día. Tras salir de la escuela, se desplazaba nueve kilómetros para recibir clases, especialmente de saxofón y otros instrumentos que le apasionaban.
“Yo pasaba por el ayuntamiento de mi pueblo con mi papá y escuchaba la trompeta y me ponía loco con esos instrumentos y le decía ‘llévame para allá que yo quiero estudiar música y él me decía que no’”. Según su padre él no necesitaba estudiar música porque nació con eso.
Tocaba fiestas con solo 11 años
Cuatro años después de que su primo Samuel García le endilgara el sobrenombre de El Prodigio, este lo escuchó en la emisora “Radio Nagua” y fue a verlo, donde se habló de grabarle un merengue.
“A partir de ahí él se convirtió en mi mánager y yo con 11 años tocaba hasta siete fiestas en la semana”, recuerda Krency García. Esto provocó que en este período, cuando cursaba el séptimo curso, bajara su rendimiento en la escuela.
Después de terminar la primaria partió a Estados Unidos con su padre, donde emprendió la aventura musical teórica en un nivel más comprometido.
Creó un grupo y al mismo tiempo que se preparaba, tocaba en restaurantes. “Yo manejaba, cargaba mis equipos de sonido, recogía a los músicos y hacía los contratos con 16 años. Y después que llegaba de las fiestas y sin dormir, me iba para la escuela”, explica.
El conocimiento adquirido tocando en el ayuntamiento hizo que tuviera una buena base de teoría del saxofón, lo que facilitó que cuando inició sus estudios en la Martin Luther King School, de Nueva York, lo promovieran en poco tiempo a la banda de música como primer saxofonista de la Big Band.
“Ahí conocí a profesores reconocidos del jazz que me dieron talleres interesantísimos sobre música, y tomaba clases de canto en otra escuela”, agregó.
En este tiempo representó a la escuela en el Omega Arts Festival, en el que participaban cinco Estados. “Gané el primer lugar en las dos ocasiones y me dieron una beca para estudiar en Berklee College. Me enviaron los libros y todo, pero decidí venir a mi país”, dijo.
Tomó el programa en línea que tiene en música Berklee, pero estos programas tuvo que costearlos él. Según el artista, haber aceptado esa beca significaría que ahora “quizás fuera un saxofonista ingeniero en sonido y no El Prodigio”.
El jazzista reconoce que su determinación para formarse fue la clave por la que pudo lograr la originalidad melódica de sus creaciones. “Estudiar música fue una ventaja, mi música no sería lo mismo si no hubiera tenido la oportunidad de estudiarla”, concluye.
Tocaba fiestas con solo 11 años
Cuatro años después de que su primo Samuel García le endilgara el sobrenombre de El Prodigio, este lo escuchó en la emisora “Radio Nagua” y fue a verlo, donde se habló de grabarle un merengue.
“A partir de ahí él se convirtió en mi mánager y yo con 11 años tocaba hasta siete fiestas en la semana”, recuerda Krency García. Esto provocó que en este período, cuando cursaba el séptimo curso, bajara su rendimiento en la escuela.
Después de terminar la primaria partió a Estados Unidos con su padre, donde emprendió la aventura musical teórica en un nivel más comprometido.
Creó un grupo y al mismo tiempo que se preparaba, tocaba en restaurantes. “Yo manejaba, cargaba mis equipos de sonido, recogía a los músicos y hacía los contratos con 16 años. Y después que llegaba de las fiestas y sin dormir, me iba para la escuela”, explica.
El conocimiento adquirido tocando en el ayuntamiento hizo que tuviera una buena base de teoría del saxofón, lo que facilitó que cuando inició sus estudios en la Martin Luther King School, de Nueva York, lo promovieran en poco tiempo a la banda de música como primer saxofonista de la Big Band.
“Ahí conocí a profesores reconocidos del jazz que me dieron talleres interesantísimos sobre música, y tomaba clases de canto en otra escuela”, agregó.
En este tiempo representó a la escuela en el Omega Arts Festival, en el que participaban cinco Estados. “Gané el primer lugar en las dos ocasiones y me dieron una beca para estudiar en Berklee College. Me enviaron los libros y todo, pero decidí venir a mi país”, dijo.
Tomó el programa en línea que tiene en música Berklee, pero estos programas tuvo que costearlos él. Según el artista, haber aceptado esa beca significaría que ahora “quizás fuera un saxofonista ingeniero en sonido y no El Prodigio”.
El jazzista reconoce que su determinación para formarse fue la clave por la que pudo lograr la originalidad melódica de sus creaciones. “Estudiar música fue una ventaja, mi música no sería lo mismo si no hubiera tenido la oportunidad de estudiarla”, concluye.
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