René Brea hizo una jugada maestra en la producción de El Soberano.
Exaltó a clásicos de la música popular como el maestro Rafael Solano, pero en vez de poner en escena a los cantantes que popularizaron sus canciones, le entregó el repertorio a jóvenes exponentes que fueron los que tuvieron a su cargo interpretar los emblemáticos temas del laureado compositor.
Lo propio hizo en el merengue al juntar a Johnny Ventura con cantantes de la nueva generación, como también se pudo ver en el junte de la salsa, la música típica y otras expresiones donde también jugó a la novedad, de manera que el show no se cayera ni le supiera a rancio a la audiencia joven que no tiene vínculo alguno con el pasado de la canción romántica, y que es parte considerable de la audiencia.
Mantener la sintonía de los jóvenes en la televisión es una de las y tareas más difíciles y complejas de cualquier productor.
La audiencia joven es implacable con el control remoto en la mano, y si algo no le parece interesante, se van en un dos por tres para otra parte. Ponerlos a oír viejos boleros no es fácil, "adobados" como están con el reggaeton, el hip hop, el rock y otras expresiones musicales urbanas
Pero donde producción la botó de verdad fue cuando puso a veteranísimos y añejos cantantes como Niní Cáffaro y Luis Segura a cantar rock con Toque Profundo.
Esta parte de igual modo nos pareció genial, porque rompió con los esquemas acostumbrados, ya desgastados por el uso.
Para algunos productores convencionales en un homenaje a Solano, hubiesen buscado a Niní, Luchy Vicioso, Fernando Casado y Rhina Ramírez para que interpreten sus canciones, un recurso requetesano, del que se cuidó Brea para no entregarnos más de lo mismo, confiriéndole a los musicales otra dimensión y categoría.
Es bueno acreditar ese tipo de detalle, aparentemente sencillo, pero que en el fondo constituyen el sustento, el armazón de la producción en esa parte tan importante como son los musicales de El Soberano. Joseph Caceres
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