Picoteando el Espectáculo
¿Quiénes son los únicos tres peloteros en la historia en batear 500 jonrones y 500 dobles con un promedio de bateo de .310 o más?
Respuesta: Babe Ruth, Ted Williams y el dominicano Manny Ramírez.
¿Cuántos peloteros han anotado 1,500 carreras y empujado 1,800 en menos de 10,000 viajes al plato?
Respuesta: Williams, Jimmie Foxx, Gehrig, Al Simmons y Ramírez.
¿Cuántos peloteros batearon .310 con .410 de promedio de embasarse y .510 de slugging, y además crearon (promedio RC) 2,000 carreras?
Respuesta: Son ocho, una lista conformada por Ruth, Williams, Ty Cobb, Gehrig, Stan Musial, Rogers Hornsby, Foxx y Ramírez.
¿Cuántos jugadores dieron 500 jonrones, tuvieron .400 de promedio de embasarse y sacaron 20 jonrones con las bases llenas?
Respuesta: El único e inimitable Manny Ramírez.
Es divertido hacer este tipo de ejercicios con Ramírez, porque su carrera fue la tormenta perfecta, la espectacular coincidencia entre un genio del bateo y la mejor época para bateadores de los últimos 75 años. Sus números de por vida son absurdos. Son muy divertidos.
Y eso es bueno, porque no es muy divertido hablar de las posibilidades de que Manny Ramírez entre al Salón de la Fama. En este momento, son básicamente cero por ciento. Ramírez dio positivo en un par de ocasiones, lo que incluso es difícil de asimilar para aquellos de nosotros dispuestos a votar por peloteros que utilizaron sustancias para mejorar el rendimiento físico antes de la llegada de las pruebas antidopajes a MLB. Ramírez recibió menos del 25% de los votos el año pasado, y es poco probable que ese porcentaje se mueva mucho. Lo más probable es que se mantenga en el purgatorio de la boleta al Salón por los próximos ocho años, al menos que algo cambie sustancialmente en el proceso de votación o en la forma de pensar de los votantes.
Pero como toda la discusión sobre las sustancias prohibidas está totalmente agotada, y no parece haber forma de hacerla progresar, vamos a hablar mejor de Ramírez como el sabio del bateo que fue, porque es probable que no volvamos a ver a otro como él.
“Nunca he visto a nadie batear una pelota como Manny Ramírez”, escribí el día de su retiro en el año 2011. “Y le pegaba a la bola con aquella fuerza sin ninguna señal de nada que se pareciese a disciplina, trabajo o dedicación. Puede que a la gente no le gustase Barry Bonds, pero nadie podía dudar de su compromiso por ser un pelotero sensacional. A Manny parecía que no le importaba nada”.
“Sólo puedo asumir que su carrera le importaba mucho, y que trabajaba muy duro en su bateo. No parece posible, de ninguna manera, que alguien pueda llegar a ser tan bueno en algo sin una determinación tremenda. Pero sí, Manny hizo un trabajo fantástico escondiendo esa parte de él”.
Claro que a Ramírez le importaba su bateo. Sus sesiones de bateo en la jaula son legendarias. Se dice que estudiaba muchos videos. Pero uno se queda con la idea de que, al final del día, lo suyo era algo natural. Ver la pelota, batear la pelota.
Ramírez nació en República Dominicana, pero se mudó a Nueva York cuando tenía 13 años. En su último año en la preparatoria George Washington jugó sólo 22 encuentros debido al mal tiempo. Bateó .650 con 14 jonrones. Cleveland lo tomó en la primera ronda del draft de MLB en 1991.
Ramírez empezó a batear desde el primer día. A los 21 años, ya había acumulado una línea ofensiva de .333/.417/.713 con 44 dobles y 31 jonrones en 129 juegos en las ligas menores. Cleveland lo llamó enseguida.
En su primera temporada completa, bateó .308/.402/.558 con 31 jonrones y 107 carreras empujadas.
Esa fue la base de los números de su carrera, pues se parecen mucho a los que puso de por vida. Oh, tuvo mejores años. En 1999 empujó 165 anotaciones, la mayor cantidad para pelotero alguno desde 1938.
En el año 2000, Ramírez bateó .351 con .457 de promedio de embasarse y .697 de slugging. Fue sólo el tercer bateador de la Liga Americana desde 1969 en batear .350/.450/.650 en una temporada. Los otros fueron George Brett y Frank Thomas.
En el 2002, Ramírez ganó el título de bateo de la Liga Americana con .349 de promedio y también encabezó a su circuito en promedio de embasarse. En el 2004, lideró al circuito en jonrones y slugging.
En el camino hizo cosas tontas, simpáticas y exasperantes. Volvió locos a los Medias Rojas, pero es probable que sin él hubiesen ganado la Serie Mundial en 2004 y 2007. Se ganó la reputación de ser un pelotero egoísta, que siempre ponía a su equipo en segundo lugar, pero sus equipos siempre ganaron. En los primeros 15 años de su carrera, sus conjuntos fueron 11 veces a la postemporada y los otros cuatro años tuvieron récord positivo. Ganaron cuatro campeonatos de liga y dos Series Mundiales.
Y todo eso lo logró siendo siempre un genio del bateo. Hay muchas historias sobre ello. Los pitchers decían que Ramírez pretendía lucir engañado por un pitcheo en los entrenamientos primaverales para que después se lo volviesen a lanzar en la temporada. También cuentan que dejaba pasar un lanzamiento con las bases vacías con la esperanza de que se lo tirasen otra vez con las bases llenas. (bateó 30 puntos más de por vida con gente en base).
Mi historia favorita sobre enfrentar a Ramírez me la contó mi amigo Brian Bannister, que ahora es coach de pitcheo asistente para los Medias Rojas y a quien Manny le dio el que probablemente es el batazo más duro de la historia del béisbol.
“Tiene una personalidad bien ambigua”, dijo Bannister. “No te muestra nada de lo que está pensando. No tienes idea de cómo se siente en el plato. Puede estar en el medio de un slump o en la mejor racha de su carrera, pero su expresión siempre es la misma”.
“Es algo bien loco. Muchas veces deja pasar un pitcheo como si no le importase. Si tienes la suerte de poncharlo (Bannister lo ponchó en un par de oportunidades), se va caminando al dugout, como si no le importase. Y uno se queda en el montículo pensando, ‘¿Qué está pasando aquí? ¿Me está poniendo una trampa para agarrarme más adelante? ¿Qué está pensando en esa cabeza suya?'”
Bueno, eso era algo que uno siempre se preguntaba con Ramírez. ¿Qué está pensando? Más allá del bateo, el resto de lo que hacía en el terreno no era muy impresionante. Era generalmente un corredor lento y sin muchos instintos. La defensa le importaba poco, aunque tenía un buen brazo y en dos ocasiones lideró a los jardineros de su liga en asistencias. Y en el clubhouse era tal las distracciones que creaba que los Medias Rojas lo pusieron en waivers cuando todavía era un bateador impresionante.
Eso fue, un bateador impresionante. Si necesitabas un extrabase contra un pitcher dominante para ganar el juego, es posible que Ramírez no fuese tu primera elección, pero seguro estaba en la lista. Y si estaba en su día, quizás sí sería tu primera escogencia para salir a batear.
¿Quiénes son los únicos tres peloteros en la historia en batear 500 jonrones y 500 dobles con un promedio de bateo de .310 o más?
Respuesta: Babe Ruth, Ted Williams y el dominicano Manny Ramírez.
¿Cuántos peloteros han anotado 1,500 carreras y empujado 1,800 en menos de 10,000 viajes al plato?
Respuesta: Williams, Jimmie Foxx, Gehrig, Al Simmons y Ramírez.
¿Cuántos peloteros batearon .310 con .410 de promedio de embasarse y .510 de slugging, y además crearon (promedio RC) 2,000 carreras?
Respuesta: Son ocho, una lista conformada por Ruth, Williams, Ty Cobb, Gehrig, Stan Musial, Rogers Hornsby, Foxx y Ramírez.
¿Cuántos jugadores dieron 500 jonrones, tuvieron .400 de promedio de embasarse y sacaron 20 jonrones con las bases llenas?
Respuesta: El único e inimitable Manny Ramírez.
Es divertido hacer este tipo de ejercicios con Ramírez, porque su carrera fue la tormenta perfecta, la espectacular coincidencia entre un genio del bateo y la mejor época para bateadores de los últimos 75 años. Sus números de por vida son absurdos. Son muy divertidos.
Y eso es bueno, porque no es muy divertido hablar de las posibilidades de que Manny Ramírez entre al Salón de la Fama. En este momento, son básicamente cero por ciento. Ramírez dio positivo en un par de ocasiones, lo que incluso es difícil de asimilar para aquellos de nosotros dispuestos a votar por peloteros que utilizaron sustancias para mejorar el rendimiento físico antes de la llegada de las pruebas antidopajes a MLB. Ramírez recibió menos del 25% de los votos el año pasado, y es poco probable que ese porcentaje se mueva mucho. Lo más probable es que se mantenga en el purgatorio de la boleta al Salón por los próximos ocho años, al menos que algo cambie sustancialmente en el proceso de votación o en la forma de pensar de los votantes.
Pero como toda la discusión sobre las sustancias prohibidas está totalmente agotada, y no parece haber forma de hacerla progresar, vamos a hablar mejor de Ramírez como el sabio del bateo que fue, porque es probable que no volvamos a ver a otro como él.
“Nunca he visto a nadie batear una pelota como Manny Ramírez”, escribí el día de su retiro en el año 2011. “Y le pegaba a la bola con aquella fuerza sin ninguna señal de nada que se pareciese a disciplina, trabajo o dedicación. Puede que a la gente no le gustase Barry Bonds, pero nadie podía dudar de su compromiso por ser un pelotero sensacional. A Manny parecía que no le importaba nada”.
“Sólo puedo asumir que su carrera le importaba mucho, y que trabajaba muy duro en su bateo. No parece posible, de ninguna manera, que alguien pueda llegar a ser tan bueno en algo sin una determinación tremenda. Pero sí, Manny hizo un trabajo fantástico escondiendo esa parte de él”.
Claro que a Ramírez le importaba su bateo. Sus sesiones de bateo en la jaula son legendarias. Se dice que estudiaba muchos videos. Pero uno se queda con la idea de que, al final del día, lo suyo era algo natural. Ver la pelota, batear la pelota.
Ramírez nació en República Dominicana, pero se mudó a Nueva York cuando tenía 13 años. En su último año en la preparatoria George Washington jugó sólo 22 encuentros debido al mal tiempo. Bateó .650 con 14 jonrones. Cleveland lo tomó en la primera ronda del draft de MLB en 1991.
Ramírez empezó a batear desde el primer día. A los 21 años, ya había acumulado una línea ofensiva de .333/.417/.713 con 44 dobles y 31 jonrones en 129 juegos en las ligas menores. Cleveland lo llamó enseguida.
En su primera temporada completa, bateó .308/.402/.558 con 31 jonrones y 107 carreras empujadas.
Esa fue la base de los números de su carrera, pues se parecen mucho a los que puso de por vida. Oh, tuvo mejores años. En 1999 empujó 165 anotaciones, la mayor cantidad para pelotero alguno desde 1938.
En el año 2000, Ramírez bateó .351 con .457 de promedio de embasarse y .697 de slugging. Fue sólo el tercer bateador de la Liga Americana desde 1969 en batear .350/.450/.650 en una temporada. Los otros fueron George Brett y Frank Thomas.
En el 2002, Ramírez ganó el título de bateo de la Liga Americana con .349 de promedio y también encabezó a su circuito en promedio de embasarse. En el 2004, lideró al circuito en jonrones y slugging.
En el camino hizo cosas tontas, simpáticas y exasperantes. Volvió locos a los Medias Rojas, pero es probable que sin él hubiesen ganado la Serie Mundial en 2004 y 2007. Se ganó la reputación de ser un pelotero egoísta, que siempre ponía a su equipo en segundo lugar, pero sus equipos siempre ganaron. En los primeros 15 años de su carrera, sus conjuntos fueron 11 veces a la postemporada y los otros cuatro años tuvieron récord positivo. Ganaron cuatro campeonatos de liga y dos Series Mundiales.
Y todo eso lo logró siendo siempre un genio del bateo. Hay muchas historias sobre ello. Los pitchers decían que Ramírez pretendía lucir engañado por un pitcheo en los entrenamientos primaverales para que después se lo volviesen a lanzar en la temporada. También cuentan que dejaba pasar un lanzamiento con las bases vacías con la esperanza de que se lo tirasen otra vez con las bases llenas. (bateó 30 puntos más de por vida con gente en base).
Mi historia favorita sobre enfrentar a Ramírez me la contó mi amigo Brian Bannister, que ahora es coach de pitcheo asistente para los Medias Rojas y a quien Manny le dio el que probablemente es el batazo más duro de la historia del béisbol.
“Tiene una personalidad bien ambigua”, dijo Bannister. “No te muestra nada de lo que está pensando. No tienes idea de cómo se siente en el plato. Puede estar en el medio de un slump o en la mejor racha de su carrera, pero su expresión siempre es la misma”.
“Es algo bien loco. Muchas veces deja pasar un pitcheo como si no le importase. Si tienes la suerte de poncharlo (Bannister lo ponchó en un par de oportunidades), se va caminando al dugout, como si no le importase. Y uno se queda en el montículo pensando, ‘¿Qué está pasando aquí? ¿Me está poniendo una trampa para agarrarme más adelante? ¿Qué está pensando en esa cabeza suya?'”
Bueno, eso era algo que uno siempre se preguntaba con Ramírez. ¿Qué está pensando? Más allá del bateo, el resto de lo que hacía en el terreno no era muy impresionante. Era generalmente un corredor lento y sin muchos instintos. La defensa le importaba poco, aunque tenía un buen brazo y en dos ocasiones lideró a los jardineros de su liga en asistencias. Y en el clubhouse era tal las distracciones que creaba que los Medias Rojas lo pusieron en waivers cuando todavía era un bateador impresionante.
Eso fue, un bateador impresionante. Si necesitabas un extrabase contra un pitcher dominante para ganar el juego, es posible que Ramírez no fuese tu primera elección, pero seguro estaba en la lista. Y si estaba en su día, quizás sí sería tu primera escogencia para salir a batear.
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