Esa aseveración se sustenta -de acuerdo a la investigación- en que la grasa materna influye en el desarrollo del sistema nervioso de los bebés.
Según explicó el profesor Will Lassek, de la Universidad de Pitthsburg, la grasa acumulada en el trasero y los muslos de la mujer contienen “componentes esenciales” para el desarrollo del sistema nervioso de los bebés, los cuales se transmitirían mediante la lactancia.
“La grasa en estas zonas es un almacén que sirve para construir el cerebro de un bebé. Se necesitan muchas grasas para crear un sistema nervioso y las grasas en estas zonas están enriquecidas con ADH (ácido docosahexaenoico), un componente importante del cerebro humano”, señaló en entrevista con Sunday Times.
Es así que las células de grasa son absorbidas por el feto, de ahí se aprovecharía la grasa corporal de la mujer, que supera la del hombre en casi 100 %.
El experto David Bainbridge, de la Universidad de Cambridge, respalda este estudio en su nuevo libro llamado Curvología: orígenes y poder de la forma del cuerpo femenino.
Bainbridge señala que esta constitución física de algunas féminas también ha influido en los mecanismos de atracción para los hombres, quienes ven a las dueñas de caderas más curvas y nalgas grandes como las más aptas para dar a luz a bebés sanos y más inteligentes.
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