v Hoy sería difícil confundirlo. A pesar de que quizás no muchos conocen su nombre, es el actor más prolífico de Hollywood. Hace un promedio de 17 películas al año, y solo en 2015 tiene 25 proyectos en agenda. “Amo lo que hago”, explica él.
“Mi agente, Gloria, recibe 20 guiones a la semana. Hago lo que sea que me ofrezcan, cine, televisión, lo que sea, menos un drama serio”, dijo.
Sus roles suelen ser de villano, convicto, delincuente, pero eso no le importa. Cuando le han preguntado si no se cansa de interpretar el estereotipo del chicano con tatuajes, su respuesta es: “¡Soy un chicano con tatuajes”.
“No me importa qué personaje sea. Interpretaré un árbol, si eso es lo que quieren. Lo paso bien con cualquiera”, afirmó.
Mide apenas 6’5”, pero despliega una energía y vitalidad envidiables para los 71 años que cumplió el pasado 16 de mayo. Él dice que en parte es por su filosofía de vida. “He sido bendecido. No soporto dormir, solo lo hago por tres o cuatro horas al día. Mi mamá siempre decía que era porque tenía miedo de perderme algo. He tratado de pensar en qué hice en una vida pasada para que Diosito me haya dado la vida que tengo ahora. Cada día que despierto es una bendición”.
De convicto a icono
La gratitud es un tema recurrente para Trejo, cuya vida bien podría ser contada en una película de Hollywood y, de hecho, en 2005 se estrenó un documental con su historia llamado "Champion".
Su infancia fue compleja. A los 8 años ya fumaba marihuana, a los 12 se inyectaba heroína. Su primer arresto fue a los 10 años por agresión, y desde ahí escaló a robo a mano armada. Pasó gran parte de su adolescencia entrando y saliendo de célebres cárceles de California. En 1968, casi mata a un guardia durante un motín en San Quentin, lo que podría haberle valido la pena de muerte si el oficial hubiera decidido acusarlo. Tras su liberación un año después, decidió cambiar de rumbo.
“Me di cuenta de que la única forma de mantenerme fuera de la cárcel era ayudando a otros”, cuenta. Se convirtió en consejero de drogas y empezó a trabajar con adictos, una labor que mantiene hasta el día de hoy. De hecho, fue ese oficio el que lo llevó a Hollywood.
En 1984, uno de los pacientes de la clínica donde trabajaba le pidió que lo acompañara a su trabajo para darle apoyo, ya que tenía miedo de recaer. Su trabajo resultó ser en el set de la película Runaway train, con Jon Voight y Eric Roberts. Ahí, uno de los guionistas, Eddie Bunker, lo reconoció porque estando en la cárcel, Danny se había convertido en un hábil boxeador.
“Me pidió que entrenara a Eric en boxeo. Me pagaban 320 dólares al día, que era más de lo que yo ganaba en una semana”, recuerda.
En medio de esas sesiones, se ganó el aprecio del director del filme, Andrey Konchalovskiy, quien le ofreció aparecer como extra. Fue el inicio de su carrera como actor.
“Muchos actores saben que quieren serlo cuando tienen 7 años. Yo a esa edad quería ser narcotraficante”, dice Trejo con una risa. “Me metí en la actuación por accidente. Pero diré esto: todo lo bueno que me ha pasado ha sido resultado directo de haber ayudado a alguien. Así fue como entré en Hollywood. De verdad creo que si quieres cambiar tu vida tienes que salir de ti mismo y ayudar a otros. Esa es la forma en que Diosito quiere que vivamos. Mientras hagas eso, tu vida no deja de mejorar”.
Después de múltiples roles menores, Trejo llamó la atención del director Robert Rodriguez, quien resultó ser un primo en segundo grado aunque ninguno estaba al tanto de la relación. El cineasta lo llamó para que apareciera en su película de 1995 La balada del pistolero, con Antonio Banderas, y desde entonces comenzó una nutrida colaboración entre ambos. Fue Rodriguez quien lo acercó al público juvenil con su participación en la saga Spy Kids y quien le dio su primer rol protagónico, el de Machete en la saga de acción y comedia que pronto empezará a filmar su tercera parte, Machete kills in space.
Sus películas en general tienen altos contenidos de violencia, pero él dice que es una evidentemente de película, con escenas tan absurdas que no podrían pasar en la realidad. "Una de las cosas que me gustan de 'Machete' es que es violencia divertida. Sé que suena horrible, pero lo que quiero decir es que es parte de la ficción”, asegura.
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