Hollywood no es tan bonito como las películas hacen creer y los entresijos que esconde la industria cinematográfica dan para protagonizar un buen guion. Es el caso de Padrino de Hollywood, el nuevo audio libro del actor Gianni Russo que desvela algunos de los secretos más oscuros que dice conocer. El libro de sus memorias sale a la venta el 12 de marzo y aunque no se le atribuye ningún ahijado famoso a este actor que se dio a conocer como secundario en El Padrino, asegura que tiene mucho que contar. Russo, de 75 años, llegó tarde a la interpretación. Casi rozando los 30 años asumió su primer y principal papel. Fue Carlos Rizzi, el marido maltratador de Connie Corleone en la película de Francis Ford Coppola en la que apenas tuvo que actuar: conocía a la mafia por dentro y por fuera.
Nacido en Manhattan y criado en Little Italy y Staten Island, Russo superó la polio cuando era solo un niño y comenzó su primer negocio a los 12 años, vendiendo bolígrafos y gomas de borrar en las esquinas y trabajando en una panadería de barrio. Uno de sus clientes habituales era el italoestadounidense capo de la mafia Frank Costello que, sorprendido por la profesionalidad del pequeño y sabedor de su procedencia —el tío abuelo de Russo fue un capo siciliano que fue ahorcado por el gobierno italiano en 1947— lo fichó como uno de sus mozos. Era su recadero y se convirtió en su hombre de confianza. Él mismo cuenta que fue su amistad y los contactos de Costello los que le introdujeron en el mundo de la actuación, consiguiendo un hueco en la cinta de Coppola. “Siempre he tenido un ángel en mi hombro”, ha confesado Russo a principios de este mes al New York Post.
Tras el éxito, y su cada vez más amplio círculo de amistades peligrosas, llegaron los negocios y las fiestas en Las Vegas. Afirma que realizó tríos con Liza Minnelli; se hizo amigo de Frank Sinatra, quien se convirtió en el padrino de su hijo, y Marlon Brando, mentor en su carrera. También conoció a Elvis Presley, quien le apuntó con un arma real mientras veían un western y recreaba una de las escenas.
Con Marilyn Monroe tuvo una bonita historia. Cuenta que Russo tenía 16 años cuando comenzó un romance con la actriz, a la que tenía que vigilar por órdenes de la mafia. Se vieron de manera intermitente durante cuatro años. Mantiene la teoría de que la muerte de la intérprete de Con faldas y a lo loco, a los 36 años, no fue natural, sino que fue asesinada. Según Russo, algunos hombres clave de la mafia querían chantajear a John F. Kennedy y a su hermano Robert, entonces fiscal general de EE UU, para que pudieran actuar a sus anchas en los casinos. “Pretendían grabar a los Kennedy en un trío con Marilyn”, explica el actor.
Russo asegura que Monroe escribió su sentencia de muerte cuando descubrió el plan de la mafia y amenazó con acudir a la prensa. “Un tipo conocido como El Doctor, un asesino a sueldo que era médico y ya había hecho algún trabajo para la mafia, le inyectó algo en la vena a Marilyn. Supuestamente ella murió de una embolia que, según el forense, pudo ser provocada por las drogas”, cuenta. Russo insiste en que no fue la mafia quien la mató, sino el Kennedy más joven, Robert, que temía que saliera a la luz su historia. “Tuvo que ser Bobby. A la mafia le gustaba. Era una chica fiestera que lo pasaba bien con todos”, añade Russo.
En libro también desvela que Pablo Escobar le perdonó la vida. Su contacto con la mafia le llevó a sufrir algún secuestro y se libró hasta en dos ocasiones de ser acusado de asesinato. “Escobar quería asesinar a mi familia, así que conseguí reunirme con él”, sostiene. “Los chicos de Escobar me ataron a una silla y me apalearon. Luego llegó Escobar y me dijo: ‘¿Por qué no me dijiste que tú interpretaste a Carlos Rizzi?’. Me dejó libre a cambio de que representara una de mis escenas, con él en el papel de Corleone”, relata.
Además de su participación en dos de las sagas de Coppola, Russo tuvo papeles secundarios en otras cintas como El silencio de los corderos o Family Man, entre otras. También probó suerte en la música y ha publicado tres discos. Su porte es la de un auténtico capo. Elegante a la par que hortera, siempre de traje con la camisa abierta con parte del pecho al descubierto, una flor o un pañuelo en la solapa de la chaqueta, el pelo peinado hacia atrás y un gran anillo de oro como adorno en su dedo meñique. Todo mezclado con una voz grave y ronca que te trasladada al ambiente siciliano y oscuro de El padrino. “Mi vida sería una gran película, pero más salvaje que lo que cualquiera ha visto en la gran pantalla”, sentencia.
Fuente El Pais
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