Por Joseph Cáceres-Arte Nacional
Picoteando el Espectáculo
No hay que ser un exigente diletante de la música para percatarse de la situación que se está dando en los programas de entretenimiento que presentan orquestas de música tropical al mediodía en la televisión dominicana.
¡Atroz!, como diría Diego El Cigala.
Parecen estar compitiendo para ver quién presenta la orquesta más desafinada, arrítmica, y con los cantantes más malos.
Inspira lástima, y da pena, porque no todos los televidentes tienen tan mal gusto o tienen el oído atrofiado e inmune a tanta estulticia musical.
No hay filtros, ni exigencias, como existían en otros tiempos, en que los productores como Yaqui Núñez del Risco vetaban a las orquestas malas en los programas que producía y conducía, donde solo participaban las que podían asegurar un buen desempeño musical y estético, sin importar que fueran nuevas o establecidas.
Trabajé con Yaqui como co productor y co presentador en el programa “Enhorabuena” y puedo dar testimonio de los niveles de exigencia con que se regía una de las primeras figuras de la televisión dominicana por más de tres décadas.
Yaqui no presentaba a todas las agrupaciones que estaban en el guión de actuación del día, pues se decantaba por las mejores, con preferencia a las de probados niveles de capacidad, y nos dejaba a nosotros las que, aunque no eran malas, no estaban al nivel de exigencia de su imagen.
Y no solo asumió ese comportamiento con las orquestas del patio.
Recuerdo que delegó en mí la presentación del afamado cantante español Camilo Sesto, en su última gira al país, porque vio en él un comportamiento incoherente, y una verborrea lastimosa en su manera de expresarse, ya en la última etapa de su carrera.
El sentido exigente de la calidad y dignidad en la televisión lamentablemente se ha perdido.
Aquí cualquiera encuentra espacio en la televisión de esta época, en que “na e’ na” y “todo se vale”, pues la televisión y los medios se han dejado "influenciar" por las redes sociales.
Grave error que cometen los medios tradicionales, algunos de los cuales han emprendido una carrera loca con las redes, en las cuales, como se sabe, no hay rigor ni exigencia.
¿Resultado? Terminan todos recorriendo, juntos, la misma cañada.
¡Atroz!, como diría Diego El Cigala.
Parecen estar compitiendo para ver quién presenta la orquesta más desafinada, arrítmica, y con los cantantes más malos.
Inspira lástima, y da pena, porque no todos los televidentes tienen tan mal gusto o tienen el oído atrofiado e inmune a tanta estulticia musical.
No hay filtros, ni exigencias, como existían en otros tiempos, en que los productores como Yaqui Núñez del Risco vetaban a las orquestas malas en los programas que producía y conducía, donde solo participaban las que podían asegurar un buen desempeño musical y estético, sin importar que fueran nuevas o establecidas.
Trabajé con Yaqui como co productor y co presentador en el programa “Enhorabuena” y puedo dar testimonio de los niveles de exigencia con que se regía una de las primeras figuras de la televisión dominicana por más de tres décadas.
Yaqui no presentaba a todas las agrupaciones que estaban en el guión de actuación del día, pues se decantaba por las mejores, con preferencia a las de probados niveles de capacidad, y nos dejaba a nosotros las que, aunque no eran malas, no estaban al nivel de exigencia de su imagen.
Y no solo asumió ese comportamiento con las orquestas del patio.
Recuerdo que delegó en mí la presentación del afamado cantante español Camilo Sesto, en su última gira al país, porque vio en él un comportamiento incoherente, y una verborrea lastimosa en su manera de expresarse, ya en la última etapa de su carrera.
El sentido exigente de la calidad y dignidad en la televisión lamentablemente se ha perdido.
Aquí cualquiera encuentra espacio en la televisión de esta época, en que “na e’ na” y “todo se vale”, pues la televisión y los medios se han dejado "influenciar" por las redes sociales.
Grave error que cometen los medios tradicionales, algunos de los cuales han emprendido una carrera loca con las redes, en las cuales, como se sabe, no hay rigor ni exigencia.
¿Resultado? Terminan todos recorriendo, juntos, la misma cañada.
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