Michael Douglas es un hombre que lo planifica todo. Como dice el actor y productor, que forma parte de una de las familias más longevas e importantes de Hollywood, es un sentimiento que aumenta con la edad. “Sé que el tiempo que queda es limitado y prefiero saber lo que voy a hacer con mi vida en lugar de dejar que me golpee”, acepta a sus 74 años. Por eso cuando la semana pasada recibió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood tras 50 años de carrera, una loseta con su nombre, acompañado en la ceremonia de su padre Kirk Douglas, de 101 años, su hijo Cameron y su esposa Catherine Zeta-Jones, además de otros familiares y amigos de esta industria, lo tenía todo más que preparado para la celebración. Tuvo otras oportunidades de recibir este honor pero ahora, con el estreno de la serie The Kominsky Method y su vida en orden, consideró que era el momento adecuado. “Para lo que no estaba preparado fue para la emoción que me embargó. El momento me llegó mucho más dentro de lo que me había imaginado”, admite conteniendo con una sonrisa la humedad que vuelve a inundar su mirada.
Douglas está acostumbrado al brillo de la fama. Lo conoce desde niño, creciendo a la sombra de su padre y aprendiendo de él y de sus amigos, con nombres como Frank Sinatra, Tony Curtis o Gregory Peck, lo que significa estar en la cumbre. “También les vi como gente normal, con inseguridades, y eso me dio una mejor idea de lo que es esta industria”, sopesa ahora. Por siempre recordado con películas como Atracción Fatal, Instinto Básico y sobre todo ese Gordon Gekko con el que ganó el Oscar por Wall Street, aprendió mucho de ellos pero también se convirtió por méritos propios en una de las estrellas más cotizadas de la década de los ochenta. Además, fue uno de los productores clave en una era que añora y en la que se respiraba una mayor libertad, ganando el Oscar a mejor película con Alguien voló sobre el nido del cuco.
Pero no todo han sido rositas. Los problemas de su primogénito con las drogas acabaron con Cameron en la cárcel. Su matrimonio con Catherine pasó años difíciles y la actriz fue diagnosticada con un trastorno bipolar. Todo ello además del avanzado cáncer de lengua que le fue diagnosticado en 2010. Ahora Douglas asegura que sigue “vigilando” su salud. Hace dos años tuvo “un susto” pero fue un tumor benigno del que se operó y sigue libre de cáncer. De Catherine, solo se deshace en halagos hacia el amor de su vida y la madre de sus hijos, Dylan, que acaba de comenzar la universidad, y Carys, que todavía vive en casa. Y se le nota orgulloso con Cameron quien “tras superar sus adversidades” ahora le ha hecho abuelo con la pequeña Lua. “Sabía que el día iba a llegar pero se me hace difícil de creer”, admite con admiración de “baba”, como le llama su nieta al por siempre galán.
A Douglas se le ve feliz y es por algo más que su propia carrera. “Entre mi padre y yo cubrimos 120 años de cine y como 120, 130 películas. Mis tres hijos quieren seguir nuestros pasos artísticos. Lo mismo que mi sobrina Kelsey. Cuatro Douglas en la próxima generación algo que tanto para él como para mí nos da un sentimiento de inmortalidad, de continuación que es increíble”, confiesa henchido.
Sus ojos vuelven a cargarse de emoción cuando habla del hombre que comenzó la saga y que el próximo 9 de diciembre cumplirá 102 años. “Si alguien apostó por su final hace 20 años está claro que perdió”, y recuerda con humor la embolia que hace dos décadas en lugar de detener al mayor de los Douglas parece darle una nueva vida. “Verle ahí, a mi lado, durante la ceremonia, mirándome con el orgullo de pensar que mi hijo lleva 50 años en esto... de verdad que me sorprendió lo mucho que me llegó el momento”, reitera. Douglas no se engaña y aunque los peores momentos quedan atrás sabe que pueden volver.
Políticamente activo le duele el mundo tan polarizado que les ha tocado vivir a sus hijos, el peor que recuerda “y eso incluyendo la guerra de Vietnam”. Y aunque ahora cuenta con una nueva serie de televisión y es parte de esa gran familia de superhéroes que son los Avengers sabe que las cosas no son fáciles para alguien como él en un Hollywood enamorado de la juventud. “Y memorizar los diálogos cuesta. Pero ¿a quién quiero engañar? En cualquier otro trabajo estaría jubilado desde los 65. Y por mucho que me guste el golf, uno no se puede pasar la vida jugando”, resume a este periódico.
Fuente el Pais
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