lunes, 27 de mayo de 2019

Sylvester Stallone dice"Rambo nunca quiso ser una declaración política". La clave de su éxito no es otra que su capacidad de resistencia.

Picoteando el Espectáculo
Cannes es la capital del cine de autor. Aquí los directores son 'metteurs en scène' y los productores aspiran a ser antes que financieros, guardianes del punto de vista. Una película de cuatro horas sin más narración que el caos es un 'tour de force' y un plano fijo del horizonte, cine sin complejos. En este ambiente, ¿qué pasaría si a alguien se le ocurre programar una charla con Sylvester Stallone en horario de gala y para presentar, atentos, 'Rambo 5'? Posibles respuestas: ¿Lapidación? ¿Excomunión?... Pues no, la sala a rebosar con un 'Sly' convertido en mesías. Raro.

Sea como sea, lo cierto es que pocos tan sabios en el dominio del escenario. En las casi dos horas que duró el encuentro en la sala Debussy, lugar habitual de la exclusiva 'Un certain regard', Stallone tuvo tiempo para repasar su vida, para distanciarse del 'republicanismo' asociado a los principales personajes de su carrera, para renovar entre risas su rivalidad con Arnold Schwarzenegger y hasta para pedir trabajo: "Pese a lo que parece, ahora mismo estoy en paro".

Según el actor, la clave de su éxito no es otra que su capacidad de resistencia. O, más cursi, resilencia. Y lo que vale para su propia vida sirve igual para definir cada uno de sus personajes. "Resistir pertenece a la naturaleza del hombre. Hemos visto desaparecer civilizaciones enteras y aquí seguimos. Es un hecho que como especie no nos dejamos derrotar fácilmente", comenta para después retomar el argumento desde otro punto de vista: "Además, el fracaso, al contrario que el éxito, hace más inteligente".

Uno en frente del otro, sus dos grandes personajes se contradicen con la misma fuerza que se confunden. "Rambo representa la parte oscura del ser humano. Rocky es justo lo contrario. Es una persona normal que alcanza a ser extraordinaria pese a que todo juega en su contra. Es el optimismo", dice y, a su manera, describe con pulcritud el secreto de su éxito. Nadie mejor que ellos acertaron a reflejar el sentido de la época que vino después de la gran ruptura de los 60 y los 70. "Por el tiempo que se estrenó 'Rocky' también lo hicieron 'Taxi driver', 'Todos los hombres del presidente' y 'Network'. Está claro que mi película era la opuesta a todas ellas", comenta entre orgulloso y sólo lúcido.

Algo más tarde Ronald Reagan habló y dijo aquello de "Tras ver Rambo anoche, ya sé lo que haré la próxima vez". La frase es de junio de 1985. Acaba de anunciar la liberación de los 39 rehenes estadounidenses en Beirut y lo que presidente tenía claro que haría la próxima vez era liquidar a los secuestradores, que habían huido sin dejar rastro. La segunda parte de la saga de Rambo, dirigida por George P. Cosmatos, se había estrenado un mes antes convirtiéndose en un éxito de público y del republicanismo. "Rambo nunca quiso ser una declaración política", razona Stallone. "Tampoco Rocky. Cuando el boxeador saca la bandera tras ganar un combate no hace nada que no haga cualquiera en su lugar en cualquier época y de cualquier país". Y sigue: "Además, el Rambo original era un tipo acosado por el miedo, la soledad y con problemas mentales que nada tiene que ver con aquello en lo que luego se convertiría".

La verdad es que sólo le asiste la razón en parte. La primera de las entregas, 'Acorralado', estrenada un año después de la elección de Reagan a la presidencia, seguía el discurso traumático sobre Vietnam de todo el cine anterior. Eso no ocurría en la siguiente. Entonces, ya sí, el discurso revisionista se había instalado en buena parte de las producciones de acción. El nuevo relato decía que la guerra no la perdieron los soldados, sino los burócratas. De paso, el señalado era el Estado como problema de todas las políticas liberalizadoras que vendrían después sin tino ni sentido de la medida. Eso por no hablar de la escalada armamentista. Y Rambo compró el discurso. Stallone replica: "No fue él, fueron los políticos y la propia época en que se filmaron". Sea como sea, pronto llegará la quinta entrega. "Todo lo que ha perdido en capacidad de acción lo ha ganado en inteligencia y sentido de la estrategia", bromea. Y le creemos.

Cuenta Stallone que nunca se arrepintió tanto de una decisión como cuando pidió a Dolph Lundgren ("un tipo perfecto") "que le pegara, pero de verdad. Nada de fingimientos. "Acabé cuatro días en el hospital con una parada cardíaca", dice. También recuerda que 'Rocky' era desde el principio y sobre el papel una clara invitación al fracaso. "Sin embargo, a la gente no le costó identificarse con él. Todo estaba pensado para que fuera mal y, pese a que nadie quiso estrenarla siquiera, al final...". Y en los puntos suspensivos deja una de sus bromas mejor ensayadas. Mientras habla manda un saludo a las tortugas que adoptó durante ese mismo rodaje y que aún viven con él. "Sólo ellas quedan entre todos los amigos que han desapareciendo". Y para el final deja, su particular obsesión por renacer: "El truco está en volver a tus personajes a la vida, pero incorporando al guión tus 30 operaciones y que ya no eres ni la sombra de lo que fuiste. Cuando voy a ver a una vieja banda de música con mi mujer, ves que del grupo original sólo queda uno. Y el que queda es una ruina. Te dices: ¿Qué es esta mierda? Pero todas las entradas están vendidas". Y se ríe.

Cuando llega el final, ya no queda ni rastro del misterio. Stallone es él mismo autor de sí mismo. Cine de autor, por tanto, pero de otra manera. "Meses antes de ganar el Oscar por 'Rocky', estaba aparcando coches. Creedme". Y la sala Debussy se viene abajo.
Fuente El Mundo

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