Picoteando el Espectáculo
SANTO DOMINGO. El Festival Presidente es un lujo que se dan los dominicanos, gracias a la Cervecería Nacional Dominicana (CND). El evento cuesta millones, que gustosamente la CND asume para agradecer a sus consumidores naturales por el apoyo durante 80 años.
El festival ha sido grandioso, y para quien redacta, que ha asistido a los celebrados en 2003, 2005, 2010, 2014 y 2017, este ha sido el más desbordante, en cantidad de artistas importantes y en propuesta como un todo.
Quienes tuvieron el privilegio de asistir los tres días, saben que fue un éxito rotundo. Y que la novedosa estrategia de ventas de boletas fue excelente, y funcionó a pesar de que los dominicanos no están acostumbrados –como ocurre en otros países–, a comprar a ciegas. Muchos fueron los que compraron sus boletas con hasta el 50% de descuento, cuando no se sabía qué artistas asistirían al festival. Así que no hubo mucho margen, como en otras ocasiones, para conseguir boletas regaladas.
La brillantez de lo que se vio en escena estuvo sostenido por el trabajo, tanto en montaje, seguridad, limpieza, y otras labores, de decenas de jóvenes, muchos de los cuales ni siquiera existían cuando nació el evento. Los espectáculos de fuegos artificiales, y la manera de presentar el anuncio de cigarrillos, como en el Super Bowl, fueron también novedades.
Hay que destacar la soberbia presentación de Juan Luis Guerra, con invitados como Mozart La Para y El Caballo Mayor, y esa maravillosa ovación de las más de 45 mil almas congregadas, que le pedían otra y otra y otra. Algo que fue la primera vez que ocurrió en esta edición. También las muy bien terminadas producciones artísticas que devolvieron a Carlos Vives, Marc Anthony, Enrique Iglesias (el picante que les aportó Gente de Zona a ambos), Bad Bunny, Wisín, Nicky Jam y J. Balvin, así como a Chiquito Team Band y Revolución Salsera.
Si algún artista se lleva el premio a la simpatía en este Festival Presidente, habría que reconocer a Carlos Vives, por su sencillez y admiración demostrada por la música dominicana, tanto así que en el show del Caballo, subió espontáneamente a bailar con él.
Para mí el mejor debutante del festival fue casualmente Johnny Ventura, quien nunca había participado en solitario como él mismo. Había estado dos veces antes como invitado de otros.
El género merengue tiene ahora otra oportunidad de agarrarse de la plataforma en que fue colocado por Johnny y por Milly con su excelente espectáculo, en el que trajo de regreso a Juliana y donde demostró la tremenda pegada que tendría un show de Fefita (ovacionada), Maridalia y ella en teatros locales y en giras internacionales.
Algunas sombras
La producción fue dividida en dos, por un lado un holandés que bregaba con la parte internacional y los tiempos, por otro lado Edilenia Tactuck con la producción artística nacional. Algunos de los shows que subieron, lo hicieron sin realizar pruebas de sonido. Tengo entendido que entre los que más se demoraron estuvieron los urbanos internacionales, provocando demoras que hicieron que el primer día no se abriera a las 2:00 p.m. como se publicó, sino pasadas las 4:00, y que el show comenzara pasadas las 6:00 p.m.
Por otro lado, actuaciones como las de Ventura, Juan Luis, Milly, Ricky Martin, Carlos Vives, Marc Anthony y Enrique Iglesias, le demostraron a los urbanos de adentro y afuera, que en un evento como este, familiar y trascendente, no hacen falta las malas palabras, que no era una discoteca de la Venezuela.
Maluma continuó desinflándose como un artista narcisista, con poco que ofrecer, desafinado y frío en escena. Fea la burla que hizo Justin Timberlake a la prensa, al impedir que los fotógrafos pudieran tomar imágenes de su show, que fue excelente. Feo el aplauso de algunos colegas que se alegraron de que los urbanos decidiesen inicialmente el domingo no presentarse.
La música urbana, pésele a quien le pese, es parte de la música dominicana y Mozart, El Mayor y Mark B, aunque para algunos fueron faltos de madurez por no presentarse a la hora que les tocaba, porque había poco público, y tras retractarse presentarse al final, tras la magnífica producción artística de Ricky Martin, donde –dicho sea– se mostró con faldas (entre 9 ó 10 cambios de ropa) y con anillo de casado.
Mark B regaló un colorido espectáculo. El Mayor, un torbellino de energía, en su euforia, no se dio cuenta que sin querer pisoteaba la bandera nacional. En buena lid, el uso de la bandera debería prohibirse en este tipo de espectáculos. La pertenencia a un país se encuentra en la esencia de uno mismo como artista. A Mozart, el más depurado le fue dado cerrar el festival. El público los esperó y respaldó.
Otra sugerencia: para próximas propuestas habría que hacer más visible el Village, una idea novedosa, donde se presentaron jóvenes valores.
Entre las 28 veces que pidieron que levantaran las manos las mujeres solteraaas, y palabras soeces, aplaudo la frescura de Johnny en sus 60 años de vida artística, poniendo a bailar merengue al estadio Olímpico repleto, y defendiendo a los artistas urbanos.
Aplaudo a la Cervecería Nacional Dominicana por traernos el mundo a la medias isla.
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