martes, 7 de diciembre de 2021

Pico bachatazo limpio..........Los orígenes de la fiebre por la bachata que no conocen Rosalía ni C. Tangana


Picoteando el Espectáculo

El cuerpo ya no pide salsa, como cantaba Gloria Estefan en 1998, ahora pide bachata. Esta nueva ‘fiebre’ es una derivada del éxito de la música latina, que ha sido reducida de forma injusta a una etiqueta comercial: el reguetón. La bachata fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2019, momento en el que se produjo su apogeo fuera de la República Dominicana. Pero ¿dónde nace este fenómeno mundial?

En España, hace años sonaba en ambientes muy concretos, como locales latinos, barrios de gente migrante o entornos de danza profesional. Ahora, los artistas más escuchados del momento no se conforman con serlo en la radio o en los auriculares de sus fans: quieren conquistar las pistas de baile, y para eso han recurrido a la bachata.

Rosalía, C. Tangana, Nathy Peluso o reguetoneros como Bad Bunny y Ozuna se han sumado simultáneamente al estilo dominicano de moda. Las cifras son demenciales. La fama, de Rosalía y The Weekend, lleva 30 millones de visualizaciones en YouTube. Ateo, de Tangana y Peluso, 22. Pero Volví, de Bad Bunny y Aventura, tiene más de 180 millones. Hay que destacar la presencia de Romeo Santos en esta, un auténtico rey Midas de la bachata que ha colocado temas como Obsesión o Propuesta indecente durante años en la radiofórmula española. Algo inverosímil hasta ahora.

«Es un problema español, porque en Francia, Alemania o Italia nunca han tenido prejuicios hacia lo latino», opina Diego A. Manrique, periodista y crítico. «En el mundo musical y mediático estábamos muy anglofonizados«, reconoce este referente, que ha trabajado para El País, Rockdelux, Televisión Española y Radio 3. Manrique sostiene que «a los españoles les gustaba la música latina hasta que llegó la inmigración, aunque suene desagradable».

Lo que resultaba «exótico» empezó a mirarse desde una perspectiva racista y de clase: «De pronto eran molestos porque les gustaba la música alta, se reunían con sus compatriotas hasta tarde o se pasaban el día en el parque con un radio cassette». «En este país tenemos muy poca costumbre de diversidad«, se lamenta. La más castigada por este entorno discriminación en los años 80 y 90 fue la cultura latinoamericana. «Nos falta cariño y conocimiento hacia ella porque queríamos ser modernos según las pautas de Londres y Nueva York», piensa el crítico.

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