viernes, 19 de noviembre de 2010

Se ha hablado mucho del Defensor del Pueblo, y nunca este país encontrará uno mejor que Freddy Beras Goico.

Con 20 años, me atreví a presentarme en Televisa, en la calle Lea de Castro, Gascue, cuando el espacio estaba en sus mejores momentos (1982).
Iba con la seguridad de que sería casi imposible que la persona a la que quería ver recibiera a un mozalbete, a un desconocido que buscaba una oportunidad en el difícil mundo de la televisión y, dentro de ella, en el humor.
Para sorpresa mía, Yaqui Núñez del Risco, con todo el tumulto que se armaba allí, me recibió. Con amabilidad y educación escuchó mis inquietudes humorísticas, advirtiéndome que el encargado de todo lo que tenía que ver con el humor era Freddy Beras Goico, que estaba fuera del país.
De todas formas, me refirió a Color Visión. Era la época en que penetrar al que ha sido el mejor equipo de humor de todos los tiempos, resultaba casi una quimera.
Hoy recuerdo ese pasaje y sonrío al ver cómo algunas personas se acercan a los programas y canales buscando una oportunidad, y no sólo quieren que los integren de una vez, sino que también pretenden que se les pague, aun no tengan experiencia en los medios.
Gracias a Cacheíto, Rafael Alduey confió en mí como libretista. Comencé a escribir sin recibir un centavo, para luego cobrar el “generoso” sueldo de 2,500.00 pesos mensuales.
Comencé a ver a Freddy en los programas Nosotros a las 8 y 3x3, pero donde más me compenetré con su humor, pues era más adulto, fue en los programas que tenía Freddy en Puerto Rico, El Show de Freddy y El Show de Norma y Freddy, ambos transmitidos por Telesistema.
Freddy hacía ambos programas con una constelación de humoristas y actores puertorriqueños. Casualmente trabajábamos en una farmacia ubicada en el sector de Honduras, la cual era atendida por la bisabuela de Pamela Sued, quien entre novelas y novelas, nos daba chance de disfrutar de los programas en cuestión.
Luego de mis inicios, había laborado en varios programas de radio y televisión, pero mi meta, igual que las de algunos otros comediantes, fue siempre trabajar algún día al lado de Freddy Beras Goico, pues eso era una especie de escuela de graduación. Y es que la aprobación de Freddy era una carta de triunfo indiscutible, un valor agregado para el curriculum.
Luego de unos seis años en los medios, llegó la oportunidad. A sugerencia de Rafael Alduey, René Brea nos llamó para fungir como libretista en Con Freddy y Milagros.
El primer día en la mesa de trabajo, estaba un poco inquieto, pues por primera vez iba a tener el chance de trabajar con Freddy.
Siempre se hablaba de que Beras Goico explotaba, que era “jodón”, que esto y lo otro. En el tiempo que estuve en sus programas (llegué a escribir para El Gordo de la Semana), conocí a una de las personas más respetuosas del trabajo de los demás.
Nunca lo escuché burlándose, ufanándose o dándosela de que era el mejor. Si no le gustaba un libreto, corregía, pero con altura y con el cuidado de no herir. Nadie le hacía decir por un micrófono algo de lo que no estuviera seguro o no tuviera plena conciencia.
Si había algo que no dejaba pasar, eran las faltas ortográficas y en ocasiones, entrábamos en discusiones sobre gramática, historia, autores, etc. En fin, era un hombre amante de las cosas bien hechas.
Freddy era adicto a la disciplina, y los que somos disciplinados difícilmente teníamos problemas con él.
Montar los programas era un baño sauna contra el estrés, un antídoto contra el tedio que provoca el producir y escribir diariamente, y esto se debía a que las anécdotas, chiste y cuentos que salían de su boca, eran tan diversos como divertidos.
El último contacto en cuanto a trabajo con él, fue a través de René Brea, quien me confió los libretos del espectáculo Los 50 Años de Freddy, celebrado en la ciudad de Nueva York. Una vez más dio el visto bueno a mis libretos.
Se ha ido el más grande humorista del país de todos los tiempos. Si Cuba tuvo a Tres Patines y México a Cantinflas y a Chespirito, los dominicanos tuvimos a Freddy: humorista, cómico, escritor, libretista, compositor, cantante empírico, productor de televisión, presentador, actor de primera, ejecutante de la guitarra, pero sobre todo, un ser de mucha calidad humana.
Habría que escribir mucho para hablar de su relevancia como ser social, como hombre que, siendo público, nunca dejó su rol y su profesión privada, aun tuvo la oportunidad de subirse al carruaje de la política y el poder, que aquí es lo mismo que decir subirse al tren de la corrupción.
Los que no lo conocieron de cerca, no sospechan de la responsabilidad de este gran ser humano. Por ejemplo, si no llegaba a tiempo a una actividad a la que fuera invitado, era capaz de sufrir un ataque, y quien lo invitaba a un programa de televisión o radio, si él aceptaba, jamás, oiga bien, jamás corría el peligro de que lo dejara plantado.
Por último, se ha hablado mucho del Defensor del Pueblo, y nunca este país encontrará uno mejor que Freddy Beras Goico, el más completo hombre de los medios de comunicación y para muchos, el más completo artista de este país, aunque nunca escuchamos decirlo de su boca. En paz descanse.

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