Para que un virus cause una infección en una persona (que entre a sus células y comience a reproducirse) no alcanza con una única partícula. Más aún: la cantidad de microorganismos a los que alguien se expone tiene mucho que ver a la hora de determinar si se va a infectar y si, en caso de que eso suceda, tendrá síntomas más o menos graves.
Dado que la dosis es la cantidad de copias con que un virus logra enfermar a un ser humano, es más contagioso —y más peligroso— cuantas menos necesita para lograrlo.
Como tantas incógnitas que todavía causa el nuevo coronavirus que provocó la pandemia del COVID-19, se ignora cuál es su dosis. Pero los investigadores sospechan que es baja.
“El virus se transmite mediante el contacto interpersonal muy, muy casual", dijo a Stat W. David Hardy, profesor de enfermedades infecciosas en la Escuela de Medicina de la Universidad de Johns Hopkins. En ese caso, si la dosis es grande se presenta otro problema: una reproducción más veloz, que genera una alta carga viral. En general, con todos los virus sucede que a mayor carga viral, más graves son los síntomas. Y también en el caso del COVID-19: “Cuantas más partículas llegan a los pulmones, probablemente ocurra más daño en los pulmones”, dijo Hardy.
Edward Parker, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, comparó para New Scientist: “La carga viral es una medida de la intensidad con que un fuego arde en un individuo, mientras que la dosis es la chispa que provoca el incendio".
Un estudio realizado en Hong Kong, que publicó The Lancet, mostró que aquellas personas con síntomas más severos tendrían a mostrar una mayor carga viral del SARS-CoV-2. Y, llamativamente, desde el comienzo: “A diferencia del síndrome respiratorio agudo severo (SARS, la epidemia de 2003, causada por el SARS-CoV-1), los pacientes de COVID-19 tenían la carga viral más alta cerca del inicio [de la infección], lo que podría explicar el rápido contagio”, escribieron Kwok-Yung Yuen, microbiólogo del Hospital Hong Kong–Shenzhen, y sus colegas. “Este hallazgo enfatiza la importancia de un control estricto de la infección y el uso temprano de potentes agentes antivirales, solos o en combinación, para los individuos de alto riesgo”.
El trabajo se basó en el seguimiento de 23 pacientes seleccionados: 10 de ellos con un cuadro grave de COVID-19, por el cual todos requirieron de oxígeno, y 13 con síntomas medianos y suaves. Con edades entre 37 y 75 años (promedio: 62), casi la mitad de ellos tenía otras condiciones crónicas, principalmente hipertensión (26%) y diabetes (17%). De ellos cinco necesitaron de terapia intensiva (tres con asistencia de un respirador) y dos murieron.
Además de comprobar la alta carga viral de los enfermos con peores síntomas, los investigadores notaron “una correlación positiva de importancia entre la edad y el máximo de la carga viral”, es decir que cuanto mayores eran los pacientes —lo que implica sistemas inmunológicos más débiles—, más cantidad de virus atacaban sus organismos.
Otro estudio, también publicado en The Lancet, sobre pacientes de COVID-19 hospitalizados en Nanchang, China, halló una fuerte asociación entre la gravedad de la enfermedad y la cantidad de virus presente en la nariz de los pacientes. “Aquellos con cuadros más severos tenían un nivel mayor de copiado del virus, aunque no tenemos pruebas para vincular la dosis de exposición inicial con el resultado de la enfermedad", dijo Leo Poon, uno de los autores principales. “Para mí es una pregunta todavía sin respuesta”.
Los datos de la investigación indicaron que “de manera similar al SARS en 2002-03, los pacientes con COVID-19 grave tienden a tener una carga viral alta y un largo período de diseminación del virus”. Eso sugiere que “la carga viral del SARS-CoV-2 podría ser un marcador útil para evaluar la gravedad y el pronóstico de la enfermedad”, concluyeron.
“Tiene sentido pensar que mayores dosis de inoculación conducirán a cargas virales más grandes, y esas cargas virales mayores se traducirán en desarrollos clínicos de peores patologías”, dijo a Stat Dan Barouch, director del Centro de Investigación en Virología y Vacunas del Centro Médico Beth Israel Deaconess.
No sólo eso: la gente con más carga viral también puede transmitir más partículas del SARS-CoV-2 en las microgotas de su saliva, lo que la hace más contagiosa que otros con cargas menores. Eso implica un círculo de mayor transmisión seguida de mayor dosis viral, y así. Y también explica las altas tasas de trabajadores de la salud contagiados, que en Italia llegaron al 9% y en California, al 10 por ciento.
Aun si la dosis del coronavirus no incidiera en la gravedad de los síntomas, convendría minimizar la exposición de alguien al contagio porque en primer lugar reducirá las probabilidades de que no se pueda copiar con suficiente fuerza como para impedir la generación de anticuerpos. “Queremos tomar todas las precauciones posibles para evitar infectarnos, lo que también reducirá nuestra capacidad de transmitir el virus a otros”, dijo Parker a New Scientist. “Cualquier medida que podamos tomar para evitar la infección vale la pena”.
Como tantas incógnitas que todavía causa el nuevo coronavirus que provocó la pandemia del COVID-19, se ignora cuál es su dosis. Pero los investigadores sospechan que es baja.
“El virus se transmite mediante el contacto interpersonal muy, muy casual", dijo a Stat W. David Hardy, profesor de enfermedades infecciosas en la Escuela de Medicina de la Universidad de Johns Hopkins. En ese caso, si la dosis es grande se presenta otro problema: una reproducción más veloz, que genera una alta carga viral. En general, con todos los virus sucede que a mayor carga viral, más graves son los síntomas. Y también en el caso del COVID-19: “Cuantas más partículas llegan a los pulmones, probablemente ocurra más daño en los pulmones”, dijo Hardy.
Edward Parker, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, comparó para New Scientist: “La carga viral es una medida de la intensidad con que un fuego arde en un individuo, mientras que la dosis es la chispa que provoca el incendio".
Un estudio realizado en Hong Kong, que publicó The Lancet, mostró que aquellas personas con síntomas más severos tendrían a mostrar una mayor carga viral del SARS-CoV-2. Y, llamativamente, desde el comienzo: “A diferencia del síndrome respiratorio agudo severo (SARS, la epidemia de 2003, causada por el SARS-CoV-1), los pacientes de COVID-19 tenían la carga viral más alta cerca del inicio [de la infección], lo que podría explicar el rápido contagio”, escribieron Kwok-Yung Yuen, microbiólogo del Hospital Hong Kong–Shenzhen, y sus colegas. “Este hallazgo enfatiza la importancia de un control estricto de la infección y el uso temprano de potentes agentes antivirales, solos o en combinación, para los individuos de alto riesgo”.
El trabajo se basó en el seguimiento de 23 pacientes seleccionados: 10 de ellos con un cuadro grave de COVID-19, por el cual todos requirieron de oxígeno, y 13 con síntomas medianos y suaves. Con edades entre 37 y 75 años (promedio: 62), casi la mitad de ellos tenía otras condiciones crónicas, principalmente hipertensión (26%) y diabetes (17%). De ellos cinco necesitaron de terapia intensiva (tres con asistencia de un respirador) y dos murieron.
Además de comprobar la alta carga viral de los enfermos con peores síntomas, los investigadores notaron “una correlación positiva de importancia entre la edad y el máximo de la carga viral”, es decir que cuanto mayores eran los pacientes —lo que implica sistemas inmunológicos más débiles—, más cantidad de virus atacaban sus organismos.
Otro estudio, también publicado en The Lancet, sobre pacientes de COVID-19 hospitalizados en Nanchang, China, halló una fuerte asociación entre la gravedad de la enfermedad y la cantidad de virus presente en la nariz de los pacientes. “Aquellos con cuadros más severos tenían un nivel mayor de copiado del virus, aunque no tenemos pruebas para vincular la dosis de exposición inicial con el resultado de la enfermedad", dijo Leo Poon, uno de los autores principales. “Para mí es una pregunta todavía sin respuesta”.
Los datos de la investigación indicaron que “de manera similar al SARS en 2002-03, los pacientes con COVID-19 grave tienden a tener una carga viral alta y un largo período de diseminación del virus”. Eso sugiere que “la carga viral del SARS-CoV-2 podría ser un marcador útil para evaluar la gravedad y el pronóstico de la enfermedad”, concluyeron.
“Tiene sentido pensar que mayores dosis de inoculación conducirán a cargas virales más grandes, y esas cargas virales mayores se traducirán en desarrollos clínicos de peores patologías”, dijo a Stat Dan Barouch, director del Centro de Investigación en Virología y Vacunas del Centro Médico Beth Israel Deaconess.
No sólo eso: la gente con más carga viral también puede transmitir más partículas del SARS-CoV-2 en las microgotas de su saliva, lo que la hace más contagiosa que otros con cargas menores. Eso implica un círculo de mayor transmisión seguida de mayor dosis viral, y así. Y también explica las altas tasas de trabajadores de la salud contagiados, que en Italia llegaron al 9% y en California, al 10 por ciento.
Aun si la dosis del coronavirus no incidiera en la gravedad de los síntomas, convendría minimizar la exposición de alguien al contagio porque en primer lugar reducirá las probabilidades de que no se pueda copiar con suficiente fuerza como para impedir la generación de anticuerpos. “Queremos tomar todas las precauciones posibles para evitar infectarnos, lo que también reducirá nuestra capacidad de transmitir el virus a otros”, dijo Parker a New Scientist. “Cualquier medida que podamos tomar para evitar la infección vale la pena”.
Fuente Infobae
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