domingo, 2 de mayo de 2021

¿Por qué Chábeli Iglesias no quiere saber nada de la fama? Hubo un tiempo en el que la hija mayor de la Preysler y Julio Iglesias copaba portadas.


Irene Rivas-Tomado de Mujer Hoy
Picoteando el Espectáculo

No tiene nada que ver con Isabel Preysler o Tamara Falcóy el interés mediático que despiertan (desde la ropa que convierten en viral a los secretos de belleza de madre e hija o los perfumes que suelen usar). Chábeli Iglesias es otro cantar. Al menos ahora. Porque hubo un tiempo en el que la hija mayor de la Preysler y Julio Iglesias copaba portadas y era asidua del papel couché. Pero eso terminó. Y hay un motivo.

Ahora ha vuelto a la escena para presentar una nueva línea de ropa de hogar en colaboración con Carmen Borja, pero lo cierto es que Chábeli Iglesias lleva años retirada de la vida mediática. La que en su día encarnara el bastión del pijerío patrio de los 90, hace mucho que se retiró a Miami donde vive con su marido Christian Altaba y sus hijos Sofía y Alejandro.

Pero no está sola. También en Miami viven sus hermanos Enrique y Julio José y tanto su madre como sus hermanas pequeñas iban a verla con frecuencia (hasta que el coronavirus hizo de las suyas). Miami siempre ha sido un refugio para ella desde que sus padres se separaran cuando ella tenía seis y años y empezara a pasar tiempo allí.

Chábeli Iglesias nació famosa (y marcada por las decisiones y la vida de sus padres). Esa época en la que empieza a ir a Miami, que es cuando surge la niña de las dos trenzas que acabaría protagonizando la portada de De niña a mujer(1981), hizo que su rostro recorriera el mundo. Tenía solo diez años y era el blanco perfecto de la prensa del corazón.


Las cosas se complicaron cuando su abuelo, el doctor Julio Iglesias Puga, fue secuestrado por la banda terrorista ETA. Entonces la familia decidió que los tres hijos del matrimonio se trasladarían a vivir a Miami, donde estaba instalado el padre, como una forma de protección (aunque siguió volviendo a España en verano).

Desde Miami aprendió a capitalizar su apellido. Se convirtió en la imagen de un refresco japonés y contrató a una agencia para que le gestionara contratos, campañas y exclusivas. La niña de las trenzas, que efectivamente se estaba convirtiendo en una mujer, fue consciente muy pronto del peso de su apellido y de la fama. Y eligió gestionarla desde la seguridad de la distancia, sin perder oportunidades, pero ganando en intimidad.

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